Entre cartas, poemas y cuentos
Silbando
Ella le pedía
con honda tristeza:
No silbes, Lizandro.
¿No ves que silbando me apenas?
Si tienes un silbo, entre dientes,
que en vez de tonada
parece un llorare,
parece una queja.
Con ese tu silbo,
Lisandro, ¿te acuerdas?,
marchabas de niño a los cerros;
y en sus...