Elección indefinida en tiempos inciertos

Una escena aparentemente insignificante, en la que alguien le amarra a Evo Morales los cordones de su zapato, se ha vuelto un hecho público de ribetes políticos, y que el mismo Presidente se ha visto obligado a dar explicaciones y ofrecer sus disculpas en una conferencia de prensa. Los portavoces del oficialismo ven una perversidad en los opositores, ya que al magnificar aquel banal incidente sólo buscan socavar la imagen del líder del MAS.

Sin duda que el presidente Morales se halla expuesto ante una opinión pública muy sensible en un contexto coyuntural bastante complejo: los supuestos éxitos de la demanda marítima ante la CIJ en La Haya, el diálogo fallido con Comcipo, no sólo desatendiendo, sino riéndose de la demanda del desarrollo regional de Potosí, la violenta arremetida contra los movilizados de Takovo Mora, ignorando la garantía estatal de los derechos indígenas de la Consulta Previa, las amenazas de la caída de los precios de las materias primas en el mercado internacional y el creciente descontento sectorial y regional que no se resigna a nuevas postergaciones.

El equipo propagandístico del MAS ha mostrado notable habilidad para visibilizar los temas con gran potencial propagandístico para ocupar destacados espacios en los medios y provocar la suspicacia de la oposición: los supuestos éxitos de su gestión gubernamental, el crecimiento económico y la estabilidad política, el impacto de su programa asistencialista, el supuesto liderazgo internacional de su caudillo y los supuestos éxitos de la demanda marítima ante la CIJ. Tampoco se puede ignorar que el líder del MAS, su mejor vocero, haya posicionado en la opinión pública simpatizante una idea fuerza: las virtudes y logros de su gobierno frente al nefasto entreguismo de los “neoliberales y derechistas”, que han ejercido el poder para su propio provecho y el de su clase.

El descontento indígena y popular que explotó el año 2003 ha persistido como un fondo subjetivo de rechazo a los partidos tradicionales y a sus líderes, donde el mensaje del MAS ha recalado como una continuación natural. Aquella sensación se ha reforzado con el mensaje de los propagandistas del MAS y el monólogo casi rutinario que sostiene EMA ante un público desinformado que asiente emotivamente el mensaje del caudillo en remotas comunidades (amplificado a través de los medios con alcance nacional), siguiendo el libreto de una campaña sostenida desde el año 2005. Detrás de la descalificación de los “neoliberales” se sostiene otro mensaje esperanzador: el MAS es el único partido identificado con las aspiraciones indígenas y su líder la figura insustituible por razones míticas.

Estos factores, sin duda, explican el escenario hegemónico de que disfrutaba el MAS, hasta las recientes elecciones subnacionales, oportunidad en que aparecen los primeros indicios de debilitamiento. El partido de gobierno ha tenido que recurrir a medios poco transparentes para conservar las gobernaciones de Chuquisaca y Beni, perdiendo contundentemente las Gobernaciones de La Paz, Santa Cruz y Tarija. Las Alcaldías de las principales ciudades del eje, El Alto, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz quedaron en manos de la oposición.

Estadísticamente la oposición ya habría sobrepasado a la mayoría oficialista, sin embargo, no se puede ignorar que la dinámica política no es tan mecánica; esto lo sabe el oficialismo, al menos se aferra a la idea de que su caudillo aún no ha perdido su mágico encanto, contando, al mismo tiempo, con que la oposición carece de un líder que le disputa la popularidad de su caudillo, razón por la que se juega a una sola carta.

Un factor exógeno que benefició al MAS durante una década fue, sin duda, el de los altos precios de las materias primas en el mercado internacional; su repentina caída se ha tornado en una amenaza. Por primera vez EMA, durante esta semana, se ha referido a los nubarrones que se avecinan y que será necesario ajustarse los cinturones. Tal parece que la economía boliviana no estaba blindada ni sus decisiones eran soberanas y que la política monetaria seguida hasta ahora ya es insostenible; no obstante el Gobierno insiste en el doble aguinaldo, una medida distributiva y también inflacionaria, que beneficia a algunos asalariados y a los dependientes del Estado, pero es un dogal asfixiante para los microempresarios, que son los principales empleadores en el país.

En el inicio de este nuevo ciclo de crisis, en que la inercia de la bonanza mitiga, en alguna medida, el descalabro que lleva consigo la caída de los precios internacionales y su efecto en el crecimiento económico, sin resolver el extractivismo de nuestro aparato productivo, ni institucionalizar los órganos de poder del Estado (acentuando su subordinación al poder), el afán reelectoralista del partido de gobierno tiene la premura de intentar resolver los deseos del caudillo antes que la incertidumbre sea francamente adversa y provoque la rebelión de sus aliados, aun sin medir las consecuencias del último acto de derroche de los recursos públicos y la desesperada movilización de los movimientos sociales oficialistas que parecen muy dispuestos a imponer una vez más las pretensiones de su caudillo.