Nos hemos enterado de la molestia y desagrado que causó en algunas autoridades gubernamentales un comentario periodístico en el que se afirmaba que un equipo de fútbol tuvo “una noche negra” como consecuencia de una derrota deportiva.
En efecto, esos funcionarios consideraron, a su juicio, que la palabra “negro” era algo así como un insulto a la etnia denominada “afroboliviana”.
“MUCHO BRINCO…”
Desde nuestro punto de vista, esa actitud demuestra una exagerada susceptibilidad sobre un tema tan inocente como el comentado y que en vez de admirar la puntillosa observación de esos funcionarios, más bien ocasiona una amplia sonrisa y es cuando vienen rápidamente a la memoria las frases: “ver fantasmas donde no hay” o “mucho brinco cuando el suelo está parejo”.
UNA ANÉCDOTA
Esta situación, como otras en el mismo tema de la mentada “discriminación”, está ocasionando también algunas reacciones curiosas en nuestros coterráneos de diversos estratos sociales que ahora se sienten “discriminados” por alguna palabra o hecho inocente. Y eso, psicológicamente, no es otra actitud que la ocasionada por un síntoma conocido como complejo de inferioridad.
Un ciudadano relató una curiosa anécdota: “…en un puesto callejero me aproximé a comprar algunas unidades de pan y de acuerdo con mi gusto, solicité que me vendieran las que se mostraban más negritas (o tostadas al horno), sin darme cuenta que en mi detrás estaba también una señora de la etnia afro que se sintió ofendida (?) por mi pedido. Tuve que alejarme del lugar para evitar una inminente discusión”. Para qué relatar otros hechos parecidos.
Como se podrá apreciar, se está produciendo un exceso de susceptibilidad debido a la mentada disposición a “toda forma de discriminación”.
CONSECUENCIAS
Si continúan esas susceptibilidades, nada raro sería que títulos de conocidas canciones como “Negrita de mi alma”, “La negra noche” (Pedro Vargas), “Aurinegro de corazón”, “Negrita Chabelona”, “Negro zumbón”, “Sol negro”, “Esta negra no es mi negra” (mi negra era más bonita, etc.), “Negra consentida” y muchas otras, podrían (ojo: podrían) ser obligadas a cambiar de nombre por simples actitudes cursis.
¿Delirios racistas?, ¿fanatismo?, “esmero exagerado de funcionarios para demostrar eficiencia en el cargo rentado? Vaya uno a saberlo.
Mientras, habría que pedir más calma en el tratamiento de este delicado tema.
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