Tenía que llegar el momento en que el Gobierno se dé cuenta de que la crisis económica es grave, que el futuro es bastante incierto, que los precios del gas muy difícilmente llegarán a los parámetros habidos hasta hace muy poco, y que hacían bonancible a nuestra economía. Llegó el tiempo en que comprendan las autoridades económicas que con la economía no se juega y que es una ciencia seria, firme, concreta, difícil y que precisa de mucha honestidad y responsabilidad para manejarla.
“Ajustarse los cinturones” resulta ser la consigna del momento, una conducta que debería cumplirse por parte de gobernantes y gobernados, partiendo del principio de que las dificultades se las vence tan sólo con trabajo, eficiencia, eficacia, honestidad y responsabilidad; comprendiendo que la creación de riqueza requiere actitudes y conductas constructivas y con perspectivas de futuro; tomando conciencia de que no se debe tomar los fenómenos económicos como tormentas pasajeras y que su solución depende de muchos factores que los países deben cumplir.
La consigna lanzada por el propio Gobierno y de la que tiene conciencia todo el pueblo desde hace muchos años, en sentido de ser austeros en los gastos, prudentes en los proyectos, realistas en las obras, concretos en las propuestas, honestos y responsables en el manejo de los recursos financieros y, sobre todo, responsables en la administración del Estado, que debe reunir condiciones precisas de eficiencia, eficacia, capacidad, experiencias, vocación de servicio y conciencia de país.
Ahora, viene el reto; pero, ¿quién dará el ejemplo? En todo caso, tendrá que ser el Gobierno, suprimiendo muchos de los proyectos faraónicos que lleva a cabo, como es el caso del nuevo palacio que es innecesario y excesivamente costoso, restringiendo seriamente los gastos, evitando los dispendios en viajes turísticos que en nada benefician al país, no pensar en adquisición de lo que no requiere la nación, suspender cualquier negociación que se tiene en marcha para la compra de armas, aviones, barcazas, fusiles y municiones para las fuerzas armadas; suprimir toda tentación de incrementar la burocracia gubernamental; combatir al contrabando y a la corrupción; llevar a buen término los juicios que, por corrupción, se lleva a cabo contra miembros de entidades y que fueron manejadas por miembros del partido de gobierno, etc., etc.
Lo cierto es que hay mucho por hacer para salir de la crisis y si los miembros del Gobierno no dan el ejemplo, no deben esperar que todo lo haga el sector privado y el pueblo. No se debería olvidar, en momento alguno, que ser autoridad implica renunciamientos, tener conciencia de país y vocación de servicio. Todo ello, forzosamente, debe implicar que cada miembro del régimen gobernante actúe en pro del bien común; de otro modo, será muy difícil salir de la crisis. Es preciso, pues, ajustarse los cinturones y actuar conforme a las posibilidades del país, que son muy limitadas y lo que se haga, como ejemplo, no sólo es preservando los bienes materiales y económicos de la nación sino evitando yerros, mediante la práctica de valores.
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