El negocio de las drogas es, con seguridad, el mejor organizado, el más rico, el que tiene agencias gratuitas e interesadas en todo el mundo, el que cuenta con la mayor clientela y, sobre todo, el más letal puesto que cobra millones de vidas anualmente y cuyas víctimas superan, con seguridad, la cantidad causada por todas las guerras habidas en el planeta.
No hay acción punitiva ni labor de interdicción que pare el letal negocio porque quien consume drogas se convierte en potencial cliente, socio y defensor de la droga, que lo hace instintiva y hasta inconscientemente, es seguro; pero, la acción del gran negocio del narcotráfico es tal que abarca a todo el mundo y, por ello, cuenta con poderes omnímodos, absolutos para hacer lo que lo agrande y fortalezca permanentemente.
Así ha encontrado, en América Latina, países que con cultivadores de hoja de coca excedentaria, que es básica para la fabricación de droga; cultivos de amapola y otros vegetales que sirven para fabricar muchos tipos de droga; extensos territorios para cultivar marihuana y, proveedores de precursores o elementos químicos que los países productores, generalmente ricos y desarrollados, fabrican y exportan esos químicos a los países que producen droga y lo hacen con o sin aranceles e impuestos autorizados legalmente.
La última modalidad es que, por ejemplo, cuentan con aviones y avionetas que trasladan droga; así, el Perú ha detectado 222 vuelos de narcoavionetas bolivianas que en número de 13 vuelos por día “ingresan a territorio peruano para cargar 77 toneladas de droga y la trasladan a territorio boliviano, que es puente seguro para su viaje a países vecinos como Brasil, Argentina y otros con metas finales en Europa, África y Asia”.
Son, pues, vuelos por los cielos de América que el narcotráfico tiene como espacio seguro y bajo su dominio. Datos precisos fueron proporcionados por las Fuerzas Armadas del Perú que señalan que al año son “detectados entre 600 y 1.000 vuelos y que el 95% de las avionetas que ingresan ilegalmente a territorio peruano proviene de Bolivia”. Lo cierto es que seguramente no sólo nuestro país es sitio culpable de partida de aviones que incursionan en los cielos y son muchos los vuelos procedentes de otros países, cuyos narcotraficantes tienen cifrados sus intereses en la mayor y más segura provisión de droga.
El caso, pues, es gravísimo y tendría que haber un acuerdo no sólo con el Perú sino con otros países para que aviones que no tengan las autorizaciones debidas para cruzar los cielos de América sean derribados porque cuando se habla de América se trata de todo el continente y nada raro que pistas de Estados Unidos y Canadá también sirvan para el aterrizaje de naves que contienen gran cantidad de droga. Es conveniencia de todos los países luchar contra el narcotráfico y una forma sería combatir el uso de aviones y avionetas que tienen como misión y negocio el traslado de droga de un país a otro.
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