En circunstancias infortunadas, cuando las relaciones entre Bolivia y Chile se encuentran en trance de crispación, los gobernantes del vecino país apelan a la intemperancia para extraer sus malos humores.
Lo menos indicado para mostrar su supremacía militar respecto a Bolivia es que realice maniobras de sus tres armas en la frontera con Bolivia. Sostiene que es parte de una rutina anual, pero no tomó en cuenta, si actuó de buena fe, que este el momento menos apropiado para hacerle ver a Bolivia que tiene la suficiente capacidad armada para no sólo usurparle algo más de su territorio, sino decirle, en lenguaje inmoderado, que puede también hacer desaparecer la existencia de Bolivia como país integrante de la comunidad sudamericana.
Peor todavía, cuando acude al recurso menos pertinente para su posición con Bolivia, al ir a exhibir a países europeos el mapa de Bolivia con las desmembraciones territoriales que sufrió y aducir -sin reparos de vergüenza- que Chile fue el país que menos territorio se apoderó de este país.
Cuesta admitir que un país de cultura avanzada, como se jacta, pierda conciencia de lo que busca como argumento para subestimar o desechar la demanda boliviana, que está destinada únicamente a recuperar una pequeña porción de la que Chile le usurpó, y acuda a un medio nada edificante para su propio crédito internacional.
Nadie que no sea intemperante -falto de templanza- utilice la exhibición del mapa de Bolivia para argüir que, entre sus vecinos, fue el país que menos territorio se apropió, en comparación a sus otros vecinos.
Sin embargo, guardó silencio del mayor daño que le hizo a Bolivia, de apropiarse de 120.000 kilómetros de su territorio, de los cuales 400 Km. eran costeros, con lo que le hizo perder la vecindad con el resto del mundo. Es decir, que le arrebató, mediante una guerra de conquista, en 1879, no sólo territorialmente riquezas naturales que eran o siguen siendo el pan que come todos los días, sino que le cerró el acceso al mar, relegando a Bolivia a la mediterraneidad.
En buenas cuentas, este ha sido el peor daño que se le infirió a Bolivia, en cuanto a pérdidas territoriales. Y de esto, Chile tiene plena conciencia. Además, aprovecha de ello para obtener ingresos fiscales, con el cobro de impuestos y otras obligaciones que a su entera voluntad impone a los transportistas bolivianos que llevan carga al puerto de Arica y la traen también a su país.
En lo que se refiere a este tema, vale anotar que por el tránsito boliviano hacia el Pacífico, el norte del territorio chileno, que en otro tiempo fue de Perú, tiene vida propia, de lo contrario, esa región virtualmente no le serviría para hacer agricultura o ganadería, tampoco para instalar industrias de exportación, porque en el sur de su territorio dispone de mejores condiciones para ello.
En última instancia, con gestos de esa naturaleza, que inciden en el exceso, la incontinencia e incluso el abuso de confundir a los países europeos, con argumentos falaces, se puede apreciar que Chile sabe bien que está en mala posición ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, pero que no encuentra argumento alguno a favor suyo, porque en verdad carece de la posibilidad de cuestionar la demanda marítima boliviana.
Aparte, tiene el paladar amargo porque este organismo optó inicialmente por desfavorecerle y se siente descolocado ante las buenas razones que tiene Bolivia para apoyar su demanda con hechos históricos, que no los inventa ni los ha provocado, para apoyar su gestión. Adicionalmente, adoptó una postura pacífica, al plantear solamente un diálogo vinculante que obligue a Chile a ceder, en algo que siempre llevará las de perder, si insiste en actitudes de fuerza y no de entendimiento, con un vecino que le puede dar mucho en amistad e integración de intereses.
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