La argucia chilena gira entre el sí y el no en relación con la exigencia boliviana de una salida libre, útil y soberana, al Pacífico. Actitud ambivalente que no ha permitido avanzar en este tema que pone en vilo la paz regional. Y que profundiza suspicacias, animadversiones e intimidaciones de toda índole.
La artimaña chilena fue esgrimida a fin de distraer y desvirtuar la demanda marítima boliviana que es objeto de análisis por quienes constituyen la justicia internacional con sede en La Haya.
“No será a perpetuidad. Chile debe devolver los territorios del desierto de Atacama y el litoral del Pacífico, porque ya se ha pagado sobradamente los gastos de la Guerra del Pacífico en cerca de un siglo de explotación: del guano, salitre y los minerales de cobre de los yacimientos de Chuquicamata”, dijo, a propósito del despojo que sufriera Bolivia en 1879, el profesor Alfredo Ayala Z., en su libro “Geografía General de Bolivia”, 1978, páginas 11 y 13.
El canciller Heraldo Muñoz ahora salta, ante la opinión pública regional y mundial, con el cuento de que Chile no está en condiciones de hablar sobre una salida boliviana con soberanía al Pacífico. Ello es “inconducente” y además “compromete la territorialidad de su país”, según el criterio dado a conocer por la autoridad de la nación vecina (EL DIARIO, 11/10/2015).
Reiteró que Bolivia tiene acceso al océano Pacífico mediante Arica y se tendría que mejorar este aspecto.
Heraldo Muñoz representa no sólo al gobierno de la señora Bachelet sino, fundamentalmente, los intereses del Estado chileno, en materia de política internacional. En consecuencia él marca las pautas por donde transitará la República de Chile con sus similares de la región y del mundo. Y al parecer no existen interferencias en su labor ministerial.
Todo lo que Chile nos arrebató, con la invasión de hace un siglo y 36 años, debe ser restituido, con o sin la modificación del Tratado de 1904, con o sin la intervención de la justicia internacional, quiera o no quiera el vecino, acepte o no la oligarquía transandina. Y particularmente nuestra soberanía en el Pacífico, porque ésta nos permitirá desarrollarnos acorde con los tiempos que se imponen. No requerimos mar para bañarnos, o para broncearnos en sus playas, sino para priorizar nuestras exportaciones e importaciones de ultramar. Con ese objetivo Bolivia tuvo que llegar hasta La Haya. No fue otro el afán.
Un “aymara (que simboliza al pueblo boliviano en el libro “La muchacha de la guaira”, de Juan Bosch, editado el año 1955, página 48) no se cansa jamás a la hora de hacerse justicia; puede esperar días y días, meses y meses, años y años, y no se apresura, no cambia su naturaleza, no da siquiera señales de su cólera, pero no descansa y no se cansa”.
Bolivia, igual que el “aymara” de Bosch, jamás claudicará en su lucha, tenaz pero pacífica, por recuperar su salida libre, útil y soberana, al Pacífico. Ésta es una necesidad histórica que permitirá al país abordar una integración con otros mundos, con otras civilizaciones y con otras culturas, ampliando los horizontes del desarrollo, por el bien común. Entonces el sol de la justicia estará del lado nuestro y tendremos la vía expedita para construir un futuro mejor.
En suma: Chile, quiera o no, tarde o temprano, con la señora Bachelet u otro gobernante, tendrá que dialogar con Bolivia, para encarar el problema marítimo.
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