Enrique Wadsworth Longfellow, poeta norteamericano (1807 – 1882)
¡Ah! ¡No! No me digas con voz doliente
que la vida es un sueño:
que el alma muere donde el cuerpo acaba,
que es nuestro fin incierto.
Polvo que vuelve al polvo es la existencia
funesta para el cuerpo;
pero el alma que es luz, en luminosa
región busca su centro.
Placeres y amarguras no son sólo
de la existencia objeto;
la vida es acción viva, afán perenne. . .
La vida es lucha, es duelo.
La obra del hombre es lenta; el tiempo huye
rápido como el viento;
y el corazón la marcha del combate
sigue siempre batiendo.
¡Alerta! En la batalla de la vida
reposar un momento
es torpe cobardía: la victoria
es hija del esfuerzo.
Da un adiós al pasado, y del mañana
no busques los destellos;
pon la esperanza en Dios, mira el presente,
y lucha con denuedo.
La historia nos lo dice: la constancia,
el valor y el talento
engrandecen al hombre.–¡Fe y audacia!
¡También grandes seremos!
Y más tarde, ¡quién sabe si otro hermano
al cual agobie el peso
del infortunio, revivir se sienta
siguiendo nuestro ejemplo!
Trabajar es luchar. ¡A la obra, a la obra,
sin desmayar, obreros!
Grabemos esta máxima en el alma:
Trabajar. . . y esperemos.
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