Conocida la designación de José Miguel Insulza como nuevo agente chileno para la demanda boliviana ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, el presidente Evo Morales se apresuró a invitarlo a La Paz y de quien dijo es su “amigo” y lo visitó algunas veces en el palacio Quemado. Sin pérdida de tiempo, el ex Secretario General de la OEA le respondió que si Bolivia quiere dialogar con Chile debería dejar sin efecto la demanda marítima planteada.
La indicada respuesta no deja de ser objetiva. Si la decisión del Gobierno nacional ha sido llevar el tema marítimo a juicio, no cabe sino esperar el resultado del mismo; lo contrario, la insistencia para el diálogo, como viene ocurriendo, socava la misma demanda, la debilita, inspira dudas sobre la validez de sus argumentos. Mientras dure el proceso, la respuesta chilena ha de ser siempre la misma.
Sabiendo como se sabe la entercada posición de la Moneda o su estrategia de dilatar la cuestión, que le ha valido ganar una centuria y más, la invitación a dialogar ha perdido sentido. Pareciera que, en el caso, la persistencia discursiva presidencial hubiese perdido novedades argumentativas y recae una y otra vez en el mismo tema. Por mucho que el Papa Francisco y otros mandatarios se refirieran al diálogo de modo muy genérico, la receta no se la debe tomar a pie juntillas. En todo caso, lo recomendable es esperar y confiar en el equipo encargado de sustentar jurídicamente el juicio.
Por otra parte, conociendo el estilo no menos beligerante del señor Insulza, es mejor no confrontar y al mismo tiempo dar tregua a la campaña mediática en beneficio de la propia causa. ¿Acaso no habla por sí misma la defección de Felipe Bulnes del escenario? Este jurista al alejarse argumentó falta de “cohesión” y unidad en la opinión pública chilena con respecto al equipo defensor trasandino en La Haya. Su dimisión parece otear en el fondo un fallo adverso a Santiago, como deja entrever la CIJ a tiempo de declararse competente para conocer el caso y, claro, es un derecho aspirar a salvar responsabilidades reales, interesadas o supuestas.
Se hace evidente la falta de “cohesión” referida por los muchos reproches a la diplomacia dirigida por el canciller Heraldo Muñoz, inclusive dentro de las filas de la coalición gobernante. El motivo de ausencia de unidad que invoca Felipe Bulnes no es arbitrario, pero denota intrínsecamente un rasgo de pundonor personal que bien puede servir de paradigma a más de un nivel gubernamental y a tantos dignatarios propios y extraños impermeabilizados contra renuncias por muy graves y evidentes que sean sus responsabilidades.
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