II

Prorroguismo y estabilidad

Arturo D. Villanueva Imaña

Cuando los excedentes y los ingresos extraordinarios recibidos en los años de bonanza, en el momento en que los precios internacionales de las materias primas exportadas eran elevados y hubieran permitido desarrollar la diversificación productiva, energética e industrial, el establecimiento de nuevas relaciones de producción y el desarrollo de iniciativas comunitarias y sociales en armonía con la naturaleza (es decir, la construcción de una verdadera alternativa al capitalismo); se prefirió despilfarrar los recursos en grandes obras de diverso tipo, promover la inversión pública en cemento y, lo que es peor, atraer al capital internacional y las transnacionales con el anzuelo de la explotación y el extractivismo de nuestros recursos naturales, que pronto se tradujeron en mayor dependencia y sometimiento a sus intereses.

Como si ello no fuese poco, una vez que termina el periodo de bonanza y se produce la reducción de los ingresos en vista de la bajada de los precios internacionales de las materias primas exportadas; en vez de reencauzar y priorizar estratégicamente los gastos y la inversión pública nacional, asegurándose mínimas condiciones de diversificación energética, productiva e industrial, así como de soberanía nacional y seguridad alimentaria con base en producción campesina asociativa y ecológica, por ejemplo; se decide exacerbar el extractivismo y el saqueo de los recursos naturales que ya se encontraban en declinación.

Para ello, no solamente se aprueba la nueva ley minera que viene a ser más ultraliberal, entreguista y antinacional que el antiguo Código Minero gonista, sino que inclusive se abre y destina las áreas protegidas (un equivalente a las joyas de la familia), para ampliar y extender las zonas de exploración y explotación hidrocarburífera. Es decir, no solo se remacha la condición dependiente y sometida a las corporaciones transnacionales extractivistas, sino que se les ofrece entregarles (por medio de la llamada ley de incentivos), parte de los recursos y los ingresos propios recibidos por el IDH, para que ellos no solo tengan garantizadas sus ganancias e ingresos, sino que puedan esquilmar y saquear hasta el agotamiento nuestros propios recursos no renovables.

Eso equivale a deshacernos y entregar todos nuestros recursos naturales a la insaciable sed de las transnacionales, e inclusive regalarles parte de nuestros propios ingresos que podrían ser destinados a tareas estratégicas, con tal de garantizar las ganancias y los ingresos extraordinarios que no recibirían de otra forma las corporaciones internacionales. Mayor grado de sometimiento y entreguismo antinacional, son definitivamente imposibles.

A diferencia de otros momentos históricos (como el que tuvo Banzer en su primera época dictatorial), en este caso no se trata de que al final solo se habrán malgastado los ingresos como ocurrió en aquella época, sino que adicionalmente habremos agotado los recursos no renovables que en este momento ya se encuentran en declinación. Es decir, no solamente volveremos a ser pobres, dependientes y sometidos, sino que tampoco dispondremos de los recursos que permitirían emprender un nuevo ciclo.

Al respecto, de forma muy dramática, viene a mi mente el Cerro Rico de Potosí y el cascarón prácticamente vacío de lo que antiguamente fue. Será por eso –me pregunto- que Potosí y su pueblo sabe con exactitud lo que puede suceder y no por nada se ha convertido en un referente de rechazo a la pretensión prorroguista…

En cuanto a la estabilidad ofrecida, dan por descontado que a la hora de la hora, el pueblo se decantará por el prorroguismo, para preservar las grandes obras, los bonos y las rentas. No se detienen a escuchar y observar que el pueblo quiere trabajo permanente y digno, que lo que necesita es seguridad ciudadana y que está cansado de deambular y sufrir por la falta de servicios básicos, salud, educación. Que le impresionan las mega obras realizadas, las ferias, exposiciones y grandes shoppings que alientan el consumismo desenfrenado al que no están acostumbrados (y que siempre se ha caracterizado por diferenciar y agudizar las desigualdades entre la gente), pero que preferirían tener asegurados su alimentos en el mercado, su seguridad alimentaria y la no dependencia de los productos extranjeros que nos invaden creando nuevos gastos y erogaciones que esquilman los ingresos familiares.

Que en vez de ufanarse de la construcción de grandes obras que solo sirven para enriquecer a empresas y facilitar los negocios, el transporte y la comercialización de grandes corporaciones, hubieran preferido que se apoye y diversifique la pequeña y mediana iniciativa ciudadana, que se haya garantizado la producción de alimentos de consumo interno (no los monocultivos extensivos de transgénicos), o que sencillamente, se hubiese dado cumplimiento a las tareas y el mandato popular que se encuentra contenido (a pesar de las modificaciones introducidas precisamente en acuerdo y negociación con la derecha que dicen despreciar), en la Constitución Política del Estado.

En fin, que dar continuidad a la actual manera patrimonial y patriarcal de disponer los recursos nacionales, solo significa permitir que se sigan utilizando para desmovilizar, dividir, prebendalizar, cooptar, corromper y destruir el sindicalismo y las organizaciones sociales, lo que significa destruir su capacidad de movilización y denuncia social, pero sobre todo anular sus reivindicaciones y la capacidad de conquistar nuevos derechos colectivos e individuales.

La izquierda no está en el gobierno; todo lo contrario, el gobierno es la derecha que dice despreciar. Por eso, cuando se pretende confundir a la gente ofreciendo gato por liebre, deberían saber que el pueblo no necesita ningún cartel, mucho menos que no le pertenezca, porque es claro que siempre ha sabido lo que quiere, muy a pesar de todos aquellos que, como ahora, pretendieron arrogarse su representatividad y usurpar su mandato, pero terminaron traicionando y reproduciendo (esta vez como tragedia), las peores prácticas y lecciones de la historia.

El autor es sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia.

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