Reaccionando ante la plaga de narcotráfico que inunda el país, el Gobierno a través del ministerio del ramo asumió un plan de combate contra este flagelo, con el nombre de Ñandereco; con el mismo se logró intervenir 192 avionetas presuntamente transportadoras de cocaína de ida y vuelta a los cinco países fronterizos. Estas intervenciones se realizaron en 19 municipios del Beni -lo que da idea de la magnitud de este ilícito-, además de haberse secuestrado 53 avionetas en el mismo departamento y haberse allanado 37 hangares en tres provincias benianas.
Estos operativos tuvieron también lugar en Santa Cruz y Pando, mientras el oriente boliviano, despoblado en su mayor parte y al amparo de la vegetación, sirve de tapadera para numerosas pistas clandestinas de aterrizaje. Por su parte, el viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, informó sobre el descubrimiento de nueve pistas similares en la región de San Germán y Yapacaní, provincia Ichilo de Santa Cruz, algunas muy cerca de haciendas, que la autoridad dijo se identificará a los propietarios. Agregó que en el presente año se detuvo a 2.935 narcotraficantes, no obstante que los cabecillas y peces gordos se encuentran a buen recaudo. Estos datos son elocuentes sobre la cantidad de gente comprometida en esta criminal actividad.
Se recordará que en menos de dos semanas de septiembre pasado se descubrió de 3 a 4 casos de pilotos bolivianos, cuando pretendían transportar enormes alijos de droga, tanto a Perú como a Paraguay. En esos días desde el Perú se reportó el intenso tráfico de droga en avionetas con matrícula boliviana, señalando los valles de Apurimac, Ene y Mantaro, región donde se ubicó avionetas siniestradas o incendiadas cuando fueron identificadas. Este movimiento aéreo fue calificado de rutinario. La misma fuente denunció que agentes especializados en Estados Unidos proveen avionetas a bolivianos, casi con seguridad para el fin señalado, como que la DEA incautó 33 naves a los mismos proveedores, como corolario de sus investigaciones.
Sin embargo, lo más notorio en este tema es la preocupación que vienen mostrando autoridades argentinas por la invasión de droga desde la frontera boliviana. Primero fue el fiscal de Orán, José Luis Bruno, que sugirió la construcción de un muro fronterizo para frenar dicha invasión. El Gobernador de Salta ha iniciado ya la ejecución de dicho proyecto con el mismo propósito. Los candidatos presidenciales argentinos, Massa, Scioli y Macri han abundado en sus campañas sobre la misma situación. El diario El País de Madrid considera que “el tráfico de droga entre Bolivia y Argentina es el más fluido en Sudamérica”, según comentaba un analista nacional.
Si a todo esto añadimos que, presuntamente, el piloto que condujo a Haití a dos allegados del presidente venezolano para introducir cocaína a Estados Unidos, tiene residencia en La Paz, nuestro país se echa encima enormes responsabilidades en el narcotráfico. Seguramente estos hechos decidieron los operativos Ñandereco, para no aparecer demasiado contemplativos, pese a las quejas oficiales de nuestros vecinos sobre este problema. La reputación del país exige que se redoble esfuerzos ante el amenazador panorama que se nos cierne y que nos obliga a dar mayores y mejoras muestras de decisión al continente en cuanto a este combate.
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