Por más esfuerzos irreverentes que hicieron Hugo Chávez y los bolivarianos arriesgando empalidecer la imagen del Libertador al utilizar su nombre de manera abusiva, no lo lograron. El amor y la admiración que le tenemos los americanos a Bolívar pudo más que la antipática repetición del nombre del héroe, todos los días, a cada hora, por quienes hasta hoy intentan atrapar su gloria para beneficio político propio. Bolivia, fundada por el Libertador, orgullosa de su nombre, ha estado durante más de tres lustros mirando y oyendo cómo los llamados bolivarianos lo usan desvergonzadamente para sus fines.
Por supuesto que el Movimiento al Socialismo (MAS) se montó en la ola de “bolivarizar” el Socialismo del Siglo XXI y apoyaron con el mayor entusiasmo todo cuanto hizo Chávez. Pero cada quien tiene sus propios modos de actuar. En el caso boliviano, con el racismo andino-centrista imperante, el Libertador -además del Mariscal Sucre- cedió su lugar a Túpac Katari y Bartolina Sisa. El Bolívar de Chávez era uno, el del masismo, otro. Nuestra nación bolivariana se ha convertido en una nación katarista. Es la Bolivia del cambio, hecha a la medida de quienes hoy gobiernan. Los simbolismos, en Bolivia y en Venezuela, son necesarios para influir en las mentes de las mayorías votantes, lo que no es nada extraño si se lee la historia.
Este domingo puede que la algarabía de los populistas reciba otro desencanto más. Peor o igual que el acontecido hace dos semanas con el triunfo de Mauricio Macri en Argentina. Es muy probable que llegue a su fin la farándula de lo que es el poder chavista, ahora encabezado por Nicolás Maduro. Y que el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) sufra una severa derrota en las elecciones parlamentarias. Que la oposición venezolana triunfe parecería un milagro, dados los métodos de coerción impuestos por el oficialismo y el recurrente fraude electoral, pero la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) donde se congregan los adversarios de Maduro, ha crecido grandemente y tiene en sus manos las cartas de la victoria.
Sabemos que las encuestas son muchas veces engañosas y que se las debe observar como una referencia solamente. Pero si de 32 encuestas realizadas en los últimos meses 30 le dan el triunfo a los opositores, el asunto ya es algo mayor, una señal para tomar en cuenta. Y si las cinco encuestadoras más importantes de Venezuela afirmaban hace una semana que el MUD ganará en las elecciones parlamentarias por un margen superior al 20 o 30%, quiere decir que algo sucederá hoy en esas tierras y que puede estar llegando a su fin el poder omnímodo y atrabiliario del chavismo. Seguirá Maduro en el mando de la nación, pero maniatado en la Asamblea, a merced de una mayoría opositora que no le permitirá más abusos ni insensateces.
Como era de esperar, Maduro ha afirmado burlescamente que los opositores siempre ganan en las encuestas, pero que pierden en las urnas. Y lo más grave de todo ha sido la expresión de que no le inquieta que la oposición gane conforme señalan la encuestas porque “la revolución triunfará en las calles”. ¿Qué quiere decir el presidente? Esa es una amenaza para tomar en cuenta, más si se sabe que en Venezuela la política se maneja a través del miedo. Exilio o cárcel es la alternativa para quienes se oponen a los designios del poder. Una justicia ágil y obediente en el momento de encerrar adversarios secunda los deseos gubernamentales. El desplazamiento aparatoso de militares bajo el pretexto de resguardar el orden es otra forma de intimidación. Pero, por encima de todo, ahí están Leopoldo López, Antonio Ledezma, y una cantidad enorme de civiles y uniformados, políticos y empresarios, que guardan prisión por meses y años.
El cielo se nubla para los bolivarianos y sus socios populistas, sin duda. Correa reculó a presentarse para un tercer período (y no fue a pedido de su esposa como filtró S.E. sino porque ha visto el asunto económico muy complicado o porque tuvo la honradez de esperar un período para volver a hacerse elegir); la señora Kirchner se marcha de la Casa Rosada el próximo jueves con las cajas destempladas; y sería un nuevo acto de magia de Tibisay Lucena (Presidenta del Consejo Nacional Electoral) que hiciera que la oposición no arrasara en las elecciones de parlamentarios en Venezuela. En cuanto a la presidenta Rousseff se le vienen tiempos malos con el juicio político que busca destituirla. Con lo que le caerá encima a S.E. en el referéndum que busca desesperadamente su re re reelección, la democracia en esta parte de América quedaría bastante agradecida, pese al lamento premonitorio del Vicepresidente que cree que “el sol se esconderá y la luna se escapará” si S.E. recibe una tunda.
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