Diariamente, los medios de comunicación dan razón de asesinatos, secuestros, asaltos, atentados contra derechos de las personas, violaciones y otros delitos que se comete, casi impunemente. La población comprueba, azorada, que los cuadros policiales están indemnes ante la proliferación de la delincuencia.
Este conjunto de atentados contra los derechos humanos se ve que crece mucho debido a los secuestros con miras a disponer de personas que sirven al tráfico de seres humanos y, en casos, para utilizar sus órganos que casi siempre encuentran buen mercado en muchos hospitales y clínicas que ingenuamente creen en la legalidad de procedimientos que, en realidad, son cometidos por delincuentes.
Las autoridades poco o nada informan sobre secuestros y trata de personas; parece que los hechos superan cualquier medida que adopten y que, a su vez, tampoco pueden contar con la cooperación de países vecinos que sufren los mismos problemas. El caso es digno de estudios muy serios y, sobre todo, es necesario que se adopte medidas preventivas en hospitales y clínicas, en medios de transporte, etc. Parecería que existe un “contrabando organizado para disponer de la vida de personas que sufren secuestros”. Esta es una realidad que parece una imitación de lo que ocurre en algunos países asiáticos y africanos que sufren consecuencias de guerras y enfrentamientos en los que no se respeta la vida.
El problema parece imparable. Será conveniente que los cuadros policiales, para la vigilancia en ciudades y pueblos densamente poblados, reciban el apoyo de las fuerzas militares que, por principio, deben velar por la vida y seguridad de las personas. Los cuadros militares podrían ser ayuda muy importante para reprimir la acción de delincuentes que atentan contra la seguridad y vida de las personas.
Es necesario, por otro lado, que se convenga acciones conjuntas con fuerzas policiales y militares de países vecinos; de otro modo, los delitos continuarán creciendo imparablemente. Esas mismas fuerzas combinadas y con idénticos propósitos podrían reprimir acciones del contrabando y del narcotráfico, delitos que crecen sin freno alguno y que son atentados contra la vida y seguridad de los países inmersos en ambos problemas.
El problema de secuestros y trata de personas (órganos en muchos casos) debe ser encarado con mucha energía, implantando los controles debidos en fronteras, hospitales, clínicas, centros nocturnos de diversión, etc., que si bien pueden estar respaldados por autorizaciones oficiales para su funcionamiento, no pueden prever delitos que se cometa a su amparo involuntario. La población no puede quedar indemne ante los embates de delincuentes que, en su generalidad, seguramente tienen compromisos con narcotraficantes y personas que auspician muchos delitos con tal de conseguir dineros que luego lavan en el comercio legal.
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