A Heidegger por Ortega

Martín Heidegger fue un filósofo alemán (1889-1976) que en el año 1927 público su libro “Ser y Tiempo”, el que había anunciado que constaría de dos tomos de tres secciones cada uno, de los cuales solo vio la luz el primero y con solo dos secciones. Más tarde, al ser interrogado sobre la ausencia de la tercera sección del primer tomo, dijo que era el curso del semestre de verano del año 1927, dictado en la Universidad de Marburgo, titulado LOS PROBLEMAS FUNDAMENTALES DE LA FENOMENOLOGÍA y pese a que vivió 49 años después de esta publicación, no escribió su continuación, o por lo menos no lo hizo con el mismo título.

Han transcurrido, pues, 88 años desde la publicación de la primera edición en alemán del famoso libro, que paradójicamente -por lo menos públicamente- nadie de-mostró haberlo comprendido, pese a lo cual, desde su muerte, año tras año se han venido realizando cursos de postgrado, congresos, seminarios, conferencias y talleres sobre sus temas. Pero es en Internet donde se concentra la mayor actividad con más de veinte millones de entradas, en al-gunas de las cuales, famosos profesionales de la filosofía de nuestra región hispano americana dictan charlas, en las que obvia-mente enseñan lo que no saben.

Lo curioso del caso es que el libro que nadie comprendió fue calificado como a-temático, pese a lo cual los profesionales de la filosofía que se han dedicado a vivir de hablar del filósofo germano y, de su libro, no vacilan en calificarlo como la obra de filosofía más profunda escrita durante el Siglo XX. ¿Es todo esto algo que podemos pasar por alto y continuar ha-blando sobre sus temas?

Que los doctores de la filosofía que al-canzaron los mayores grados no hubieran podido comprender SER Y TIEMPO, ¿quiere decir que no es un libro de filoso-fía?, porque de serlo, de lo que no hay duda, quisiera decir que lo que se enseña en las universidades europeas en el nom-bre de la filosofía, no es filosofía, o es solo una parte de ella.

Para que comencemos a darnos cuenta de la ceguera en la que vive nuestra cul-tura tenemos que saber que fueron las formas de pensar de la filosofía las que dieron origen a las ciencias, a todas las ciencias, las que desde el inicio de su desarrollo en la etapa cultural de la modernidad europea demostraron sus aspectos utilitarios, que son cada vez más evidentes, especialmente desde que Japón, los tigres de oriente y no hace mucho la China, pasaron de ser países subdesarrollados, vendedores de materias primas como los nuestros, a ser los más ricos e industrializados del mundo, capa-ces de fabricar cualquier cosa, todo ello gracias a las ciencias, que es el único ca-mino que permite realizar una revolución industrial integral, organizar un Estado y una sociedad.

Asimismo, tenemos que saber que la filosofía junto con las ciencias abandona-ron las universidades europeas en los años finales de la década de 1830, para pasar a formar en las filas de la pujante revolución productiva, convirtiendo sus increíbles logros en secreto industrial, protegido por patentes y leyes especiales destinadas a evitar que cualquiera tenga acceso a ellos; pero al irse, dejaron en su lugar las másca-ras de los postgrados, huecas de conteni-dos, que son las que se vende como la llave de acceso a la fama y la fortuna, al realzar el valor de los curriculums de quienes las poseen, los que las exhiben como si fueran certificados de conocimientos, que no lo son.

Llegar a conocer lo que es la filosofía y lo que son las ciencias no es algo que podamos hacer sin la ayuda de un maestro que nos inicie en sus secretos, pero entién-dase bien: un maestro que nos enseñe los arcanos que guarda la filosofía occidental, no un pro-fe-sor que solo puede enseñar a pro-fe-sar lo que él pro-fe-sa. Un maestro que tenga altruismo intelectual para com-partir lo que sabe; pero lo más importante es que hubiera pertenecido al selecto grupo de pensadores germanos que participaron en el desarrollo de los temas de los que habla Heidegger.

Esos requisitos solo los cumple José Ortega y Gasset que tuvo la fortuna de ser uno más entre los miembros de la genera-ción de estudiantes alemanes, en el preciso momento en el que retomaban los estudios de filosofía. Ortega en la introducción a su trabajo LA IDEA DE PRINCIPIO EN LEIBNIZ, dirigida a lectores alemanes, dice: “…he estudiado en Marburg, en Leipzig y en Berlín, he estudiado a fondo, frenéticamente sin reservas ni ahorro de esfuerzo –durante tres años he sido una llama celtibera que ardía, que chisporreaba de entusiasmo dentro de la Universidad alemana –. “Las dos generaciones de 1840 y 1855 tuvieron que vivir con una filosofía que no era la suya. Esa filosofía prestada fue el neokantismo. En otros casos la inau-tenticidad es una culpa, pero en este era un destino. Lo mejor que aquellos hombres podían ser era neokantianos. El idealismo trascendental había terminado en una radi-cal catástrofe de la filosofia”. Comprendí, continua Ortega, que era necesario para mi España absorber la cultura alemana, tra-gármela –como un nuevo y magnifico ali-mento–, para más tarde transmitirla a mis compatriotas”.

Cohen era el gobernador de la ciudadela kantiana que vivía en un permanente esta-do de alerta, a cuyos redescubrimientos solo podían acceder sus estudiantes, entre los que se encontraban personalidades co-mo Nicolai Hartmann, Paul Scheffer, Heinz Heimsoeth, compañeros de Ortega, con los que dice “he discutido sobre Kant y sobre Parménides”, que son los temas de los que habla Heidegger, lo que le permiti-ría realizar la única definición del ser que podremos encontrar en las obras de filoso-fía de los pensadores europeos, con 17 años de anticipación a la obra de Heide-gger.

La filosofía es una sola, es de la que co-menzó a hablar Tales de Mileto, Anaxi-mandro o Heráclito, de la que hablaron Platón y Aristóteles; la que cultivaron en Europa Descartes, Leibniz, Kant, Hegel, Nietzsche o Husserl, de la que hablaron Dilthey, Heidegger y Ortega, lo que quiere decir que si hemos comprendido a alguno de ellos, estamos en condiciones de com-prender a los demás, cuyas enseñanzas comenzaré a difundir en una serie de ar-tículos de prensa, que se debe tomar como un aperitivo intelectual destinado a abrir el apetito de quienes estén interesados en es-tos temas, y deseen no solamente aprender a rezar los contenidos de filosofía o de las ciencias.

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