Punto aparte
Una variedad de factores están confluyendo para que la Sinfónica Nacional se halle en crisis. Existen algunos indicadores en sentido de que puede ser terminal, pero también hay aspectos internos en su funcionamiento que, aparentemente, no funcionaron adecuadamente.
El punto de partida es el hecho de que hace 15 años se fundó la Sinfónica con el apoyo financiero parcial del Tesoro General de la República, esencialmente para pagar salarios a los músicos de la orquesta. Adicionalmente, se dejó a sus autoridades a que con los ingresos que se percibía por las actuaciones públicas de la Sinfónica se cubra sus costos administrativos y operativos.
Adicionalmente, estaba autorizada a recibir cooperación de organismos internos y esencialmente de países amigos, tanto en instrumental como en el mejor mantenimiento de las instalaciones de la Sinfónica. Lo que efectivamente se estuvo produciendo.
El actual presidente de la Sinfónica, Juan Ortega Landa, en declaraciones a EL DIARIO refirió que la mayor entidad musical del país confronta problemas estructurales, aunque no abundó en proporcionar mayores precisiones, como habría sido lo conveniente.
Sin embargo, habrían concurrido dos hechos que precipitaron los acontecimientos. La disposición del Ministerio de Culturas, que data de hace dos meses, en sentido de suspenderle el aporte financiero fiscal y la prohibición de realizar funciones públicas, lo que determinaba que virtualmente quedara sin recursos. A ello se añadió la renuncia del director de la Orquesta, Mauricio Otazo.
Ortega indicó que se le pidió a ese despacho dejar en suspenso las medidas restrictivas anotadas, caso contrario tendrían que seguir todos los pasos legales “como para poder, poco a poco, ir desapareciendo”.
Otros datos adicionales al respecto son irrelevantes, pues lo que queda como resultado es que da margen a entender que se le quiere poner un candado a la Sinfónica.
Ante esta eventualidad, hay que poner de manifiesto claramente que se estaría incurriendo en el propósito de atentar contra la difusión de la música clásica u otros denominativos que se le da, pero que en el fondo es eliminar en La Paz un centro de arte musical de la mayor jerarquía universal.
La intención, si es esto lo que se persigue, es un acto de incomprensible mezquindad con la popularización de la música clásica. De por medio puede estar la política, pues se supondría que no tiene lugar en un sistema de régimen populista. Algo por el estilo se hizo anteriormente con el ballet oficial, sin más consideraciones ni trámites se lo hizo desaparecer.
Empero, lo que sorprende es que se ignore que en los tiempos de la Unión Soviética se hizo, más bien, todo lo necesario para conservar y elevar a su sitial más alto, tanto a la música clásica como al ballet, porque se comprendió que su cultivo es parte imprescindible de la formación cultural de un país. Pues, de lo contrario, sería como volver a los tiempos tribales.
Bolivia tiene efectivamente una enorme riqueza en las artes populares, más identificadas como folclóricas. Esta es parte de la cultura nacional que nos enorgullece, con la adición que coloca a Bolivia por encima de casi la mayor parte de los países sudamericanos, en este orden.
Empero, como complemento de la cultura artística del país, están la música clásica, el ballet y otras manifestaciones como las artes plásticas y la orfebrería.
Si hasta el presente hubo una falencia lamentable, como es la que el Estado no hubiera tenido su representante en la conducción de la Sinfónica, corresponde repararla de inmediato, pero en ningún caso llegar al extremo de crear las condiciones para su desaparición.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |