Mi amigo Insulza

Con motivo de la designación de José Miguel Insulza, como delegado principal ante La Haya, por parte de Chile, en reemplazo de Felipe Bulnes, nuestro primer mandatario entusiasta exclamó que se sentía feliz de que nuestro vecino hubiera designado a alguien que era su “amigo”. De inmediato lo invitó al país para dialogar sobre nuestro reclamo marítimo ante la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya. La respuesta también inmediata fue que podrían sentarse a dialogar una vez conocido el fallo de ese tribunal internacional.

Claramente aquí hubo un malentendido de parte nuestra, al considerar que los problemas entre países se los puede resolver entre dos amigos, como si esa presunta amistad pudiera permitir disponer de territorios de una Nación a favor de otra, como posible favor.

Esto es usar el concepto amistad como se entiende en gran parte de nuestro medio, como una forma de intercambiar favores, si uno de ellos se encuentra en una situación privilegiada y puede extender la mano a otro, para mejorar la situación del amigo, pero las relaciones internacionales no se resuelven en función de amigos circunstanciales sino por mecanismos más complejos, como tratados, convenios bilaterales, multilaterales, o la guerra.

Se debe tener presente que el señor Insulza llegó a la cabeza de la OEA no porque era una persona simpática o inteligente, sino por gestiones ante otros países de su propio país, como su designación actual significa la confianza de su gobierno y él debe responder a los mecanismos operativos gubernamentales que gobiernan a nuestro vecino.

En resumen, el pensar que el problema bilateral sobre nuestro acceso soberano al Pacífico se puede resolver por un encuentro entre dos “amigos” es simplemente ingenuo.

Aunque en la historia mundial se han dado casos notables de amistades entre famosos, como nos informa Google en “amistades famosas de la Historia”.

El primero, “el Libertador José de San Martín y el General Bernardo O´Higgins fueron amigos hasta que el chileno falleció en 1842. Ambos integraron la Logia Lautaro, cruzaron Los Andes para liberar Chile -tierra donde O’Higgins cumplió un valiente papel en la batalla de Chacabuco y en la que como director Supremo ayudó a San Martín a organizar la expedición militar que sellaría la suerte de los españoles en el sur de América”. Ambos tenían el objetivo común de liberar este continente de la conquista española.

“Freud y Jung se conocieron en 1907, y el afecto entre ellos no tardó en aparecer, a tal punto que uno se convirtió en la sombra del otro. Pero hacia 1913, el vínculo se resquebrajó después de que Freud se disgustara por ciertos descubrimientos de quien había sido su más fiel colaborador. Fue así como la correspondencia tomó un cariz inesperado y los roces entre ellos se hicieron presentes como nunca”. Aquí una amistad que se acaba por conflicto de intereses en torno a las investigaciones que realizaban.

“Otro ejemplo, en una actividad que tiene miles de aficionados. Martín Palermo (en Estudiantes) y Guillermo Barros Schelotto (en Gimnasia) ni se miraban a la cara cuando se cruzaban en los “clásicos” de La Plata, una ciudad dividida entre los dos equipos. Pero en 1997, el destino quiso que ambos confluyeran como delanteros en Boca y que su director técnico, Héctor Veira, decidiera que los dos durmieran en la misma habitación durante las concentraciones, con la esperanza de que se llevaran mejor.

Una noche, los dos miraban un programa de televisión en el que apareció un muchachito con el pelo teñido de verde (en esa época, Palermo estaba platinado). Guillermo no se contuvo y le comentó a Martín: “Hay que ser tonto para tener el pelo pintado así”. Ambos estallaron en risas. A partir de ese hecho insignificante se rompió el hielo y se dio una amistad a toda prueba.

Para concluir, la amistad puede durar mucho, pero también es muy volátil, todo depende de lo que está en juego.