El mundo moderno es protagonista en estos días del principio del fin del llamado Socialismo del XXI que a título de populismo trató de ser implantado a la humanidad por corrientes anarquistas interesadas en poner a salvo antiguos y obsoletos sistemas económicos. El derrumbe de ese proyecto socialista contemporáneo no se limita, en todo caso, a una nación, sino constituye el desplome de ese antisistema, en todo el planeta.
El socialismo original de principios del Siglo XX degeneró en un fracaso ostensible y culminó su existencia a partir del derrumbe del muro de Berlín y el aparatoso desplome del sistema socialista soviético. A esa frustración siguió el viraje de países asiáticos hacia el capitalismo, fenómeno que fue imitado por otras naciones occidentales.
Pero ese proceso de fracasos y colapso no terminó ahí, sino que fue seguido por los intentos socializantes que protagonizaron algunas naciones latinoamericanas desde algo más de un decenio. La lista de esas frustraciones empezó con el caso cubano, que fue seguido por otros países y recientemente por los pujos de Paraguay, Uruguay, Argentina, Ecuador y Venezuela, donde el viraje histórico hacia la utopía terminó en el derrumbe total. En síntesis, todos los intentos por implantar el socialismo en Europa, Asia, América y aun en África terminaron de forma aparatosa derrocados por el voto del soberano.
Se puede afirmar que la práctica, que es cómo se comprueba si una teoría tiene valor o no, se encargó de demostrar que ese sistema es ineficaz e inaplicable y está destinado al fracaso de manera inexorable, porque no responde a las leyes del desarrollo de la sociedad humana. El caso reciente más palpable es el que se observa en varios países americanos antes prósperos, que cayeron en el caos, la miseria y la corrupción.
El fracaso de ese Socialismo del Siglo XXI fue obra de aventureros que adoptaron la fórmula populista (que podría construir el socialismo sobre los saldos de las comunidades preincaicas sin pasar por el sistema socialista), ideología que la experiencia y la teoría demostraron más de una vez que era absurda y terminaba en prácticas antisocialistas y antinacionales. Ese populismo de nefastos alcances condujo a las masas populares a muchos años de padecimientos, desorientación y falsas ilusiones.
El fracaso del populismo-socialista fue anticipado por el periodismo tan pronto fue puesto en aplicación. Sin embargo, sus actores fueron incapaces de aceptar la crítica y las sugerencias para corregir la marcha al abismo y persistieron en su falsa concepción política. Finalmente, chocaron contra el muro de cemento armado de la realidad.
El derrumbe mundial del socialismo en Europa, Asia, África y América demuestra de hecho que ese sistema, aplicado a través del populismo, está destinado al fracaso absoluto y que, en síntesis, no es el método para hacer progresar a la sociedad humana. Ese proyecto fracasó en la práctica pese a las oportunas advertencias, así como al tener conocimiento de que no tuvo éxito en oportunidades anteriores. Sin embargo, pese a esas experiencias, los seguidores de esa corriente no reconocieron el error y, es más, decidieron repetirlo, cayendo así en una verdadera actitud de estupidez, típica de la ortodoxia, el dogmatismo y la negación de la realidad propia de cada uno de los países donde se trató de implantarlo.
Un aspecto más se debe citar. Ese socialismo-populista no fue derrotado por la fuerza de las revoluciones, ni las guerras ni los golpes de Estado. Fue derrotado por el voto del Soberano.
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