El Gobierno sabe lo que hace y no seremos nosotros quienes metamos nuestras narices para aconsejar nada, sobre todo si es fácil presentir que no somos unos fanáticos masistas precisamente. Pero, claro, esto de “abrir” la Carta Magna para “meter” un binomio presidencial por cuarta vez empieza a sonar raro, feo, suena a desgracia política. Una desventura que se la está buscando sin motivo S.E. y toda su corte de palaciegos convencidos de que nada ni nadie podrá detener a la pujante locomotora que arrastra a todo el Estado Plurinacional.
En otras circunstancias es posible que llamar a consulta popular para burlar la democracia -o para domesticarla- hubiera sido una idea brillante para quien la propuso y posiblemente un éxito seguro en el afán de eternizar a S.E. en el trono. Ahora, mirando lo que sucede dentro y fuera de Bolivia, empieza a parecer que la iniciativa no es buena y peor, que puede enterrar en diez años a una generación que pretendía gobernar hasta su muerte y más allá.
Es tan mala la idea del referéndum que puede producir el triunfo de una oposición virtual, desorganizada, oposición amorfa, pero que está en el ambiente. No se la ve pero vota. Es la oposición fantasmal del boca a boca y el cuchicheo, que está en las calles, ferias, plazas, mercados, a la que no se le exige un candidato presidencial, que está todavía en ciernes, como vemos en las encuestas. Sabemos que esta no es una elección presidencial y que S.E. gane o pierda seguirá gobernando durante los próximos cuatro años. Pero, lo más probable, como se pintan las cosas, es que gobierne derrotado. Sabemos que cuatro años de disfrute del poder es mucho todavía. Corresponde nada menos que a una gestión completa de los períodos anteriores. Mas el susto no va a permitir ese disfrute del mando, ya que aparecerán traiciones y arrepentimientos, porque todos van a querer estar limpios para lo que pueda venir el 2019. Y gozo con miedo no existe. Eso conduce a la deserción pura y simple.
S.E. está arriesgando al cambiar cuatro años de ejercicio pleno del poder por nueve años bastante inciertos. Ni los cuatro años que le restan gobernará tranquilo y por supuesto que los nueve que espera no los verá. Todo el andamiaje masista está yendo, como tropa de ganado, a un brete mortal. Es un hato que camina rengueando, herido por sus propias cornadas. Justamente cuando peor está la situación, cuando la gente observa cómo en el exterior se rechaza las prórrogas presidenciales, cómo caen los ídolos que parecían eternos, cómo surge un clamor de repudio contra los quedadizos y de alborozo por los que llegan, se les ocurre preguntar a los ciudadanos si quieren más masismo, si quieren a S.E. por nueve años más o tal vez por muchos otros. ¿No es un despropósito?
Pero el error está cometido y ya no hay vuelta atrás. Retroceder sería terrible. Tal vez peor que seguir adelante. El resultado será cuatro años de penar con movilizaciones, marchas y exigencias de “las bases”, ante la posibilidad de que lleguen forasteros al Palacio. Al mandatario aporreado lo querrán exprimir antes que lleguen los otros inquilinos. Posiblemente que la mayoría de los bolivianos apoyaría modificaciones a una pésima Constitución como la actual, pero para mejorarla, no para empeorarla y convertirla en un breviario o código político del MAS. Por el contrario, aunque el Gobierno proteste y niegue con la sola mención de que será un referéndum revocatorio, la consulta se la interpreta así. Es decir que la población quiere saber si S.E. gana o pierde. Y si pierde, que Dios lo coja confesado porque provocará el comienzo del fin.
Si triunfa tendrá que lidiar igualmente durante cuatro años tratando de cumplir con las multimillonarias promesas que ha hecho a lo largo y ancho del país y que continúa haciendo, justamente para ganar la consulta de febrero. Dentro de cuatro años ya será insoportable ver algunas caras en la televisión y oír discursos bastos o exhortaciones para párvulos que resultan ofensivas. Además que los aliados del Foro de San Pablo estarán moribundos. Con arengas patrióticas y sin dinero sucederá lo que en Venezuela. Allí no le importa a nadie el Comandante ni la Revolución, sino que unos se cansaron de la insípida verborrea chavista de Maduro y de la insoportable carestía, y otros se asustaron de sus propias pillerías y quieren protegerse.
Parece que esta vez los asesores de S.E., que habían dado algunos golpes magistrales sin la menor entraña, ahora fallaron. Van derecho a una derrota el 21 de febrero próximo.
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