Los libros de Heidegger

Una de las formas en la que los gran-des pensadores europeos han ocultado la importancia de la filosofía como el origen de las ciencias –a la que Heidegger no es ajeno–, es referirse a ella como algo de lo que podríamos prescindir sin grave perjuicio para nuestro destino humano. Heidegger en “Ser y Tiempo” dice: “El pensar objeto de nuestra meditación y sobre el que aquí nos limitamos a meditar, no proporciona ningún provecho, pues bien se echa de ver, incluso, que es un pensar tal que, para ser, no tiene necesidad de “obrar” ni de ser “útil” ”.

Pero más tarde el propio filósofo germano se encargaría de desmentirse en una entrevista realizada por Frederic de Towarnicki y Jean-Michel Palnier, periodistas de L´Express, publicada en el No. 994 de fecha 20-26 de octubre de 1969, la que se puede encontrar en la entrada de Internet titulada Heidegger en castellano, bajo el título “CONVERSACION CON HEIDEGGER”. El entrevistador entre otras pre-guntas le dice a Heidegger: ¿Es ese lazo entre la metafísica de los griegos y la técnica moderna lo que usted quiere señalar cuando dice que de alguna manera la bomba atómica había comenzado a explo-tar en el poema de Parménides hace más de 2500 años?”.

Esto ya es otra cosa. Es el reconocimiento de las razones por las que la filosofía europea ha eludido desde siempre realizar una clara definición de lo que es el ser y de lo que es el ente, y la razón por la que Heidegger en “Ser y Tiempo” evitó poner en evidencia el argumento de su libro, pre-sentándolo como si sus capítulos no tuvieran relación entre sí, desorientando de esa forma a nuestros expertos de la filosofía que por esta razón no vacilaron en calificarlo como atemático.

Las causas de la ceguera de nuestros estudiosos las señala Heidegger con la claridad que se expresa cuando verdaderamente quiere comunicar alguna idea, como lo hace en su libro: CONCEPTOS FUNDAMENTALES, donde dice: “La lógica escolar habitual, en el caso de que en general piense, piensa a lo sumo “sobre” el pensar. Pero no aprendemos a pensar originalmente, como se nos hace creer, pensando sobre el pensar de un modo de-ficiente, que además desde hace mucho tiempo se ha tornado imposible, sino que solo aprendemos a pensar cuando inten-tamos alcanzar, en un respecto esencial y genuino, aquello que antes de nada es lo “digno” de ser pensado. Y lo digno de ser pensado no es ciertamente “el pensar” si-no lo que provoca “el pensar””.

Pensar sobre lo que pensó la persona que escribió el libro que aprendemos a repetir de memoria, con el objeto de rendir exámenes para optar a profesiones, es en lo que consisten nuestros acercamientos cognoscitivos a la filosofía y las ciencias, en los que no existe ninguna realidad que podamos aprehender, porque se trata de interpretaciones de la realidad saturadas de subjetividad, y no de la realidad misma.

La propia lectura del libro de Heidegger como si fuera una obra producida en nuestro días, a la que no le afecta el tiempo, es algo que no debemos ni podemos hacer, porque en ella trata un tema que tuvo un desarrollo histórico que comienza en el propio inicio de la etapa cultural de la mo-dernidad europea, aunque pudiéramos decir que permaneció embozado en los tra-bajos de Descartes y Leibniz, y que fue Immanuel Kant el que se decidió a enfren-tarlo.

Pero no sería sino hasta el descubri-miento de la Idea de la Vida, realizado por Wilhelm Dilthey en 1883, cuando encontra-ría su solución, que inspiraría los trabajos de Husserl sobre la fenomenología y los de Heidegger, que, imprescindible es saberlo, no terminan en la obra SER Y TIEM-PO como creen hasta ahora quienes se dedican a su estudio sino que tuvo su perfecta continuidad.

Con carácter primicial y dejando que el lector saque sus propias conclusiones so-bre lo que voy a decir, hago saber que Martín Heidegger no dejó inconclusa la tercera sección del primer tomo de “Ser y Tiempo”, ni es como dijo más tarde que ella se encontraba en el curso de verano que dictó en 1927 en Marburgo, con el título: LOS PROBLEMAS FUNDAMENTALES DE LA FENOMENOLOGIA y que, asimismo, continuó con los temas que había anunciado para el segundo tomo, sobre cuya existencia los “especialistas” en Heidegger nunca han dicho ni una palabra porque ni siquiera sospechan su existencia.

Lo que Heidegger tuvo que hacer al dar-se cuenta de que si continuaba con la obra de la forma en la que la había presentado, pondría en evidencia precisamente lo que quería ocultar, que fue por lo que continuó con sus temas -aunque sin anunciarlo-, en maestrías de verano que fueron publica-das con los títulos: DE LA ESENCIA DEL FUNDAMENTO, CAMINOS DE BOSQUE o SENDAS PÉRDIDAS y CONCEPTOS FUNDAMENTALES.

Esta circunstancia pone en innegable evidencia que la intención de Heidegger al abordar los temas de los que trata en estas obras, no era didáctica, sino todo lo contra-rio, que fue lo que realmente consiguió, que no era otra cosa que concentrar la atención del no iniciado en temas que si bien son parte de los que trata en “Ser y Tiempo”, no son partes esenciales, los que inclusive pudieran haber sido tratados en otras ciencias, los que escribió deliberada-mente de forma en la que no pudieran comprenderse, evitando que se busque en otras fuentes los conocimientos a los que sus obras se refieren, porque se trata de temas de la filosofía, que como ya lo dije, es una sola.

Es la razón de que para comprenderlo, debamos acudir a la obra filosófica de Jo-sé Ortega, que habla de los mismos te-mas, lo que no debe llamarnos a engaño. Y es que uno de sus principales discípulos, Julián Marías, en el capítulo dedicado a Ortega de su obra HISTORIA DE LA FILO-SOFIA”, advierte: “Ortega extrema el es-fuerzo por hacerse inteligible hasta el pun-to de inducir al lector, con demasiada frecuencia, a creer que, porque lo ha en-tendido sin fatiga, no tiene que fatigarse para entenderlo del todo” .

El tema del que comienza a hablar Hei-degger en SER Y TIEMPO se inicia en la publicación del libro CRÍTICA DE LA RA-ZÓN PURA de Immanuel Kant, donde se plantearía formalmente el problema, que no es otro que el cuestionamiento de los primeros principios de los que parte toda ciencia.

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