Entre cartas, poemas y cuentos
Goethe
En estos versos el autor refiere una de esas fantásticas apariciones, en que una nereida o náyade, esto es, una ninfa de las aguas, atrae a un infeliz pescador, haciéndole perecer en las profundidades del mar.
La ola sin cesar subía,
La ola sin cesar cantaba,
Y el pescador contemplaba
El anzuelo que se hundía
Llenaba dulce alegría
Todo su plácido ser;
De pronto ignoto poder
Abre a sus plantas el mar,
Y del fondo ve brotar
Diosa, náyade o mujer.
Y así le dice: “¡Ay de mí!
¿Por qué astuto engañar quieres
a los inocentes seres
a quienes albergue di?
¿Por qué los llamas así
al ambiente que los mata?
Si supieras cuánto es grata
Su suerte en mis ondas frías,
Tu mismo venir querías
A mis palacios de plata.
En mi seno palpitante
Abísmanse Luna y Sol
Y con más vivo arrebol
Brilla después su semblante.
El firmamento distante
Se refleja en mi cristal
Y a mi regazo inmortal
Te llama tu imagen propia,
Cuando en su espejo la copia
Inagotable raudal”.
La ola sin cesar subía,
La ola sin cesar cantaba,
Y al pescador que dudaba
El pie desnudo lamía.
Afán que el ausente guía
Hacia su pasión infiel
Sintió en el momento aquel;
Entre caer y saltar
Rodó hasta el fondo del mar
Y nadie supo más de él.
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