La noticia de perfil
Con el afán profesional de estar presentes en el lugar de los sucesos, mi discípula periodística me dijo que ella y yo deberíamos estar en Jerusalén, donde esta noche se evocará la última cena de Jesús con sus apóstoles y mañana evocaremos su crucifixión y muerte.
Como Quillacollo me pareció muy distante de los sucesos sagrados mencionados, le sugerí que deberíamos trasladarnos inmediatamente a la santa ciudad de Jerusalén, propuesta que a la cholita le pareció inverosímil.
Como soy un hombre de fe y aún sigo creyendo en los milagros de Dios, ordené a la cholita cochabambina que cerrara sus ojos “chaskañawis”, que se uniera con Dios mediante una oración y que muy pronto apareceríamos los dos en Tierra Santa.
Ella hizo lo que yo le aconsejé y en pocos instantes aparecimos en Jerusalén, luego de haber cubierto la ruta imaginaria gracias a mi poderosa motocicleta Harley Davidson.
La indumentaria de la cholita cochabambina llamó la atención de los jerosolimitanos, permanentemente atacados por los árabes que siguen las prédicas de Mahoma, siendo Macacha interrogada por las autoridades y puesta en libertad inmediatamente, al mostrar ella sus credenciales periodísticas.
Inmediatamente nos dimos a la tarea de averiguar dónde se realizaría la cena pascual de Jesús, demorando bastante la búsqueda porque Jesús era nazareno y sus apóstoles galileos, hasta que al fin encontramos el escenario buscado, donde a duras penas nos dejaron ingresar, señalándonos que tendríamos que comer en la cocina, donde estaría la “mesa del pellejo”, sitio asignado a los periodistas.
Desde allí observamos cómo Jesús lavó los pies de sus discípulos. Mientras yo conversaba con las mujeres que prepararon la comida, la perspicaz periodista nacida en Quillacollo no perdía el ojo al traidor Judas Iscariote y cuando éste abandonó el comedor para negociar su traición al Maestro, Macacha lo persiguió y pudo saber hasta el precio que cobró por su traición.
Mientras Macacha perseguía al traidor Judas, yo continué registrando los pasos de Jesús y sus Apóstoles por el huerto de Getsemaní hasta que llegaron hombres armados y aprehendieron al Maestro.
Ante tal hecho abusivo e ilegal, yo me coloqué detrás de un árbol y desde allí le grité al captor: “¡Suéltelo, Jachu abusivo!”, escondiéndome nuevamente tras el árbol.
Luego, volvimos a encontrarnos con la cochalita y emprendimos el retorno a Quillacollo, donde descansaremos y seguiremos meditando sobre la vida, pasión muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
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