Roma.- En un gesto que vale mil palabras –y que representó un mensaje muy fuerte a los líderes políticos de todo el mundo en un momento de tensión sin precedente tras los atentados de Bruselas y una oleada de refugiados inédita en Europa–, el Papa le lavó ayer los pies a 11 migrantes –entre los cuales había musulmanes, coptos, hindús y católicos– y a una operadora de un centro de acogida de la periferia de esta capital. Y, evocando los atentados de Bruselas, hizo un fuerte llamado a la paz y a la hermandad: “Somos diferentes, tenemos diversas culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir en paz”.
Los demás migrantes presentes en la misa al aire libre sacaban fotos, admirados antes ese hombre de 79 años.