Posiciones inestables con Chile

En las relaciones internacionales tiene que predominar siempre el equilibrio, la ponderación y el respeto mutuo. No es cuestión de intemperancias, menos de incurrir en posiciones diferentes y hasta contrapuestas, de un día para otro.

Si bien Bolivia tiene suficientes razones históricas para demandar a Chile que repare, por lo menos parcialmente, el gran daño que le infirió al cerrarle el acceso libre al mar, a la par de haberle arrebatado por medio de las armas ingentes riquezas naturales, en la actualidad el mejor recurso reivindicatorio que tiene es el diálogo, para cuyo logro no cabe suscitar entredichos que sólo derivan en tensiones y mayores distanciamientos.

Cuando se presentan situaciones contrapuestas, lo prudente y apropiado es actuar en reserva, con la finalidad de salvar las diferencias que aún subsistan, como por ejemplo, plantear o desechar condiciones. Algo que por lo general no produce los resultados deseables es apelar a la publicidad, más por afanes políticos y/o personales, antes que guardar las formas más pertinentes, como exige la diplomacia practicada con profesionalismo.

En efecto, en eso consiste la diplomacia, de otra forma en el mundo no habría amistades ni acuerdos internacionales para resolver diferendos y, en el mejor de los casos, poder actuar conjuntamente en una u otra oportunidad de conveniencia mutua.

Los procederes en esta materia, empero, tienen que ser cautelosos y muy meditados, a menos que se tenga ambiciones territoriales o planes de avasallar a otros países.

El conflicto con Chile no se presta a decir palabras más o menos, sino a seguir una trayectoria formal, constante, persistente; por tanto, digna de ser respetada y merecedora del respaldo de otras naciones y organizaciones internacionales.

De nada servirá, en esta oportunidad, haber conseguido que el ex presidente Carlos Mesa haya recorrido buena parte del orbe, con el propósito de hacer conocer las razones históricas y económicas que tiene Bolivia para recuperar una salida propia al mar, si su labor se la estropea con cambios posicionales imprevistos.

Los resultados de una conducción diplomática de esta naturaleza se refleja, más bien, en inconsistencias y desprestigio respecto a la política internacional de Bolivia. Así, jamás se conseguirá emerger de la mediterraneidad. Entonces, es urgente volver a la calma y a la prudencia. Por medio, no caben posturas políticas u otras que sean ajenas al estricto interés nacional.

En el tema marítimo, corresponde comportarse con la mente despejada de prejuicios, libre de circunstanciales motivaciones. Es tiempo de demostrar a Chile y a los países amigos, que secundan con su apoyo la solución del enclaustramiento marítimo, que Bolivia confronta forzadamente por una guerra que no la provocó, que por encima de pequeñas incidencias, su empeño es conseguir su magna demanda. Nada más y nada menos.

Al presente, ésta tiene que ser la mayor preocupación. Otros problemas que se tiene con Chile podrán también ser resueltos, si acaso se opta por lo primero y después con el resto. Lo fundamental es que Bolivia no extravíe el camino que debe seguir, con constancia, exponiendo sus mejores aptitudes en diplomacia y política.

A manera de ejemplo, cuando un vehículo recorre por una carretera, tiene que seguir la línea trazada. De otra forma, ir por senderos distintos o extraviarse en desvíos, no se llegará al punto previsto.

Es necesario, pues, demostrar al mundo la madurez que existe en Bolivia en cuanto a la conducción de sus intereses internos y externos. Únicamente, de esta forma, puede gozar de prestigio y del respeto de los demás.