Los principales planteamientos ideológicos del marxismo se los puede resumir en cinco y que son: La explotación del trabajo citadino, en una fase de la economía del mercado, que la denomina despectivamente “capitalismo”, el predominio creciente de la clase obrera en la medida que se desarrolla la economía de mercado, su pauperización, la intrínseca inestabilidad de una economía de mercado y la existencia de leyes de la historia.
Démosle atención al primer planteamiento. El supuesto de la explotación del trabajador por el capitalista, lo que explica la presencia de gente rica (capitalistas) y pobre (trabajadores). Y fue Karl Marx, filósofo y revolucionario, el que intentó explicar “científicamente” este hecho a través de lo que se denomina como la “teoría de la plusvalía”.
Los primeros estudiosos de lo que antes se denominaba “economía política”, y ahora se denomina “teoría económica”, o economía a secas, se dedicaron a indagar de dónde y cómo se producía la riqueza más allá de un hecho técnico. Éstos se preguntaron de qué depende la creación de la riqueza, de qué dependía la producción de bienes. Quesnay, equivocadamente, dijo que la riqueza sólo provenía de la tierra, de la agricultura. Un siglo más tarde Adam Smith dijo que es fruto del trabajo del hombre. Respuesta cierta. Luego David Ricardo, siguiendo a Smith formuló lo que se conoce como la “ley del valor” que dice que toda producción vale por el trabajo incorporado en su producción. Sismondi observó que había una diferencia entre el precio de un producto que vendía una empresa y la remuneración que recibía el trabajador, lo que denominó mejorvalía. Pero ninguno de ellos dijo que había explotación del trabajo en una economía de mercado. Esto ya es hechura de Marx.
Marx transformó la ley del valor de Ricardo como la “ley” de la explotación del trabajo en una economía de mercado, no de cualquier trabajador sino sólo del trabajador manual, del “obrero”. Este es el fundamental planteamiento marxista porque de aquí viene todo lo demás. Marx, equivocadamente, proclamó que la riqueza creada en el capitalismo era generada sólo por los obreros, ya que todos los demás participantes en las actividades económicas no lo eran, sino sólo “transferidores de valor, pero no creadores de valor”.
Antes del llamado proceso de la revolución industrial, la vida económica de las ciudades se había caracterizado por la presencia de trabajadores independientes y libres, quienes intercambiaban el fruto de su trabajo por el dinero de la gente que requería esos productos. Eran intercambios voluntarios, por tanto, “equivalentes”. Si son intercambios libres y voluntarios sólo se llevaba a cabo si los participantes ganan, y para que así sea los intercambios debían ser de “igual valor”. El filósofo social Karl Marx se percató que los intercambios voluntarios que se daban en los mercados, en general, eran equivalentes. Un productor individual que vendía directamente lo que producía recibía como contraparte “el valor total de lo producido”. Sin embargo, esta relación, para él, desaparece, cuando advino el capitalismo.
Marx hace una distinción entre “fuerza de trabajo” y trabajo, que la ciencia económica la cree innecesaria, para argumentar su teoría. Según él, lo que el obrero vende al empresario es la primera, para su uso por parte del capitalista, quién al proceder así le hace trabajar y con ello se genera la producción.
Si el valor de todo producto -según la teoría del valor trabajo- está dado por la cantidad de trabajo necesario en su elaboración, se debía pagar, por aquél, un valor que permita reproducir ese producto, por lo que cuando un trabajador independiente intercambia el fruto de su trabajo recibe todo lo que le corresponde, lo que no sucedería si este trabajador hace lo mismo en una empresa, caso en que él no recibe “todo el fruto de su trabajo”.
¿Cómo puede darse este hecho? Si el valor de un producto está dado por la cantidad de trabajo necesario para reproducirlo, entonces el valor de la “fuerza de trabajo” estaba dado por la cantidad de bienes necesarios para su reproducción (comida, vestido y vivienda) en un determinado contexto histórico, y esto es lo que le pagaba el empresario al obrero. Se cumple el principio de intercambio de “valores equivalentes”. Marx llegó a la conclusión de que el capitalista, en general, le paga al obrero lo que intercambia y que es el “valor de la fuerza de trabajo”. ¿Dónde está la explotación? Marx planteó que si bien el empresario/capitalista le pagaba al obrero su valor, éste tenía la cualidad única de crear más valor en el proceso productivo, el obrero produce una riqueza mayor al “valor de su fuerza de trabajo”, lo que se apropiaba el capitalista sin ningún mérito, y que es lo que denomina como “plusvalía”.
El capitalista cuando vende lo producido por el obrero, recibe el valor equivalente, pero le paga al obrero una parte y el resto se embolsilla indebidamente. Marx consideraba que todos los insumos o factores productivos, con excepción del trabajo manual, lo que hacían en el proceso productivo era únicamente “transferir su valor” pero no creaban más valor. El que lo hacía era el obrero. Todos los demás factores que participan en la producción no crean riqueza adicional, ni el capital ni el trabajo que no sea del obrero, sino sólo transfieren su propio valor.
El autor es Profesor Emérito de la UMSA y expresidente del Banco Central de Bolivia.
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