Economía de palabras
Sólo cuatro países sudamericanos se negaron a asistir a la Cumbre de la Alianza del Pacífico, realizada en Chile. Tres de ellos tienen motivos para haber dado las espaldas a esa reunión que contó con 49 países observadores, pero el cuarto no tiene perdón.
Asistieron 700 empresarios de todo el mundo al Frutillar, incluso los alérgicos, todos interesados en las posibilidades de hacer negocios con la cuenca que tiene en sus costas cerca de tres cuartas partes de la población del planeta.
Quizá Nicolás Maduro ni siquiera tuvo tiempo para enterarse de la reunión. ¡Con tantas cosas que tiene que atender el hombre!
Michel Temer no está muy lejos. En cualquier momento le llega a factura de la cuota de corrupción que estuvo a su cargo. Y deberá sentarse en el mismo banquillo que Dilma. No tiene tiempo para estos detalles de integración económica.
Rafael Correa mira el derrumbe de su proyecto de eternizarse en el poder, proyecto del que sólo queda intacta su propia egolatría.
Pero Bolivia no tiene perdón de no haber asistido. ¡Es la cuenca del Pacífico, es decir del océano Pacífico!
Renunciar a participar en esa cuenca equivale a renunciar a toda la prédica y todo el lamento por el mar, cuando está en curso el reclamo ante La Haya.
¿Está Bolivia cambiando su estrategia eterna de reclamar un lugarcito, aunque sea estrecho, en las aguas del Pacífico? ¿Ahora va a apuntar hacia el Atlántico? Esta es una novedad, un cambio de planes, que debe ser explicado.
Quizá se trate solamente de un descuido. El presidente Evo Morales, ocupado en su fisioterapia y en sus denuncias contra el periodismo mundial por haberse ocupado de las noticias que produjo su tan locuaz concubina, no se percató de que había la reunión en el Frutillar.
Es probable que David Choquehuanca le haya dado una larga explicación sobre lo que es esa reunión y el presidente sintió los mismos efectos que sienten los diplomáticos que escuchan al Canciller hablar sobre la Pachamama y los enigmas del idioma aymara: se durmió mientras los dedos de la terapeuta recorrían su pierna, cualquiera de ellas.
O quizá sea una conspiración. Alguien que urdió un plan para que el país sudamericano que reclama su pertenencia al Pacífico decida no participar en la reunión. Habrán sido los neoliberales, aliados al imperialismo.
Esto sí que debe ser castigado. Hay que hacer tronar el escarmiento.
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