Desde los tiempos iniciales de nuestra República, se supo que el país es eminentemente minero; se aseguró que existen todos los minerales que utiliza la humanidad, pero jamás se supo de una planificación efectiva, técnica, científica sobre lo que habría que hacer en el campo de la minería. Tal vez fueron los grandes mineros -especialmente Simón I. Patiño- que estudiaron, mediante sus técnicos, las posibilidades reales de la minería y se dedicaron a la explotación de determinadas regiones donde había seguridad plena de la existencia de estaño, plomo, plata y otros.
Luego de la nacionalización de las minas, mediante decreto del 31 de octubre de 1952, se anunció, muy pomposamente, que Comibol -la empresa que se haría cargo de la administración y manejo de las minas que eran concesiones a los “Barones del Estaño”- haría “grandes cambios en pos de mecanizar científica y tecnológicamente la minería”. Pero la realidad fue totalmente diferente porque ni siquiera se siguió los métodos de los antiguos concesionarios y la explotación de minerales no dejó de ser rudimentaria. Los anuncios de “grandes cambios” quedaron en nada o, peor, simplemente quedaron en las páginas de la demagogia y el populismo nacionalista.
Ahora, hay preocupación en las autoridades (EL DIARIO 18/4/16) por definir qué tipo de políticas se adoptará para la minería, qué se hará para cambiar efectivamente costumbres, más que políticas, que han primado hasta ahora y que fueron determinantes para una explotación irracional y alejada de todo sentido científico, tecnológico y económico; prácticamente, todo se deja al “dejar hacer y dejar pasar”, sin rumbo ni estudios ni planificación alguna y la explotación de minerales continúa en forma casi precaria.
Comibol, que pudo ser factor de cambios, planificación y organización científica de la minería, ingresó en el mismo marasmo de la minería mediana y pequeña: producir cuanto se pueda sin perspectiva alguna y sin posibilidades de cambiar viejas estructuras. Intentó, con las cooperativas mineras, cambiar costumbres y sistemas arcaicos y hacerlas más efectivas, pero la mayoría de las cooperativas ha enriquecido a pocos dirigentes y los mineros llamados de base han quedado en las mismas condiciones. Minas que podían ser exitosas como Colquiri, San José, Huanuni, Colquechaca y muchas otras se han convertido en “dispensadoras de empleos para favorecer a gentes del partido de gobierno”, aumentando personal hasta en un 500 por ciento; sobre producción y cambios efectivos, nada se hizo.
Existe el intento de buscar políticas para la explotación minera del futuro, pero ¿cuánto será posible? ¿Qué grupos o comisiones de expertos se ha conformado para realizar una planificación? ¿Cuándo se tendrá resultados? Los anuncios o proyectos parecen imposibles mientras el Gobierno no se fije metas y objetivos para crear políticas mineras.
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