Hace un par de décadas, cocinar cada día en la casa era algo ineludible. Cuando se caminaba por el vecindario, desde los inmuebles emanaban olores que hacían imaginar una sopa deliciosa, un segundo exquisito, en fin, la boca se hacía agua. A ello se sumaban los aderezos empleados por las amas de casa que ponían el toque magistral a tales preparados gastronómicos caseros.
El caldo de fideos macarrón con maní, o “churitos”, tallarín, cabellos de ángel; o el preparado de una sopa de verduras con mucha arveja y haba; un caldo de pollo para levantar muertos; “lawa” de harina blanca o amarilla; chairo, avena, trigo, etc., acompañados de trozos de carne de res, cordero, charque, pollo, eran una delicia. Hablando de segundos, mencionemos un asado con arroz y huevo; ají de lengua; panza rebosada; ají de lenteja; cabeza de cordero, etc., que dan cuenta de que en dicha época se comía bien porque ¡era preparado en casa con esmero y sobre todo cariño!
Hoy la modernidad ha impuesto otras costumbres y rutinas que se reducen a acudir a la “pensión” o el restaurante de la esquina a la hora del almuerzo, puesto que en el hogar ya no se cocina. Es que no solo el jefe de familia, sino la mamá e incluso los abuelos e hijos tienen que trabajar. Entonces se puede afirmar que esta situación desmejoró la alimentación de las familias contemporáneas, por cuanto, además, la denominada comida “chatarra” ha irrumpido con fuerza, ocasionando problemas de salud, como la obesidad de “grandes” y “chicos”. Mientras, el número de amas de casa que se dedican a guisar se ha reducido drásticamente, considerando incluso mucha gente que “cocinar toda la mañana -como otrora- es una pérdida de tiempo”.
Se puede decir con énfasis que ayer se comía mejor y hoy ¡se come cualquier cosa! para llenar el estómago. Atrás quedó, como un grato recuerdo, cuando se caminaba por el barrio y se sentía aromas exquisitos que expedían cada uno de los domicilios, sintiéndose la quirquiña, huacataya y otras especias. Asimismo, en la actualidad se dice que “ya nadie cocina”, y por cierto esto es debido a los factores mencionados. Por ello un niño, Gabrielito, cierto día exclamó con mucha seriedad: ¡cocinar es muy importante!, mientras hacía ademanes y gestos como los hace un cocinero profesional, actualmente conocido como “chef”.
Y vaya que no deja de ser primordial, como lo fue en esos años cuando nuestras señoras, también de antaño, eran excelentes cocineras, muchas de las cuales solo por tales dotes hoy están en el exterior, deleitando con sus preparados culinarios hechos con manos hábiles y fervorosas, los paladares exigentes de familias europeas, estadounidenses y de otras nacionalidades.
Se puede decir mucho más, pero por hoy basta, aunque también podemos evocar que el padre de familia llegaba a la hora del almuerzo preguntando “¿ahora qué has cocinado?, porque traigo un hambre canina”, quedando satisfecho con esas comidas completas, nutritivas y sanas. Solamente, amigo lector, dejemos que nuestras bocas, al recordar tan agradables vivencias “hagan agua”, como sucede cuando un can disfruta de un “sabroso” hueso.
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