A. Pereira
Muy a menudo, la gente confunde el éxito con el fracaso. Si uno triunfa en la carrera a que había aspirado, y luego se le ve pobre, eso basta para que se le crea “caído”, entretanto que se rinden honores a las medianías que han conseguido hacer capital.
No confundamos fracaso con pobreza. A veces, el rico es un desgraciado; y el pobre, el que verdaderamente ha triunfado en la vida.
Triunfar, es conseguir lo que más se desea. Y, si uno no aspira a enriquecerse, sino que tiene otros ideales más elevados que juntar riquezas materiales; cuando los realiza, ha conseguido un triunfo.
Esa confusión entre las personas comunes, hace que, en muchos casos, se tome por victoria lo que, en realidad, no es más que una derrota.
El mundo entero creyó a Alemania victoriosa en 1871; y no sabía que ella estaba echando en suelo fecundo las semillas de la gran derrota de 1918.
El orgullo de aquella victoria del 71, la llevó a entregarse a la casta militar, que no sólo la oprimió por muchos años, sino que la condujo al desastre.
A Milton, un ciego, se le tuvo en sus días por un fracasado. No obstante eso, él dictó, para que sus hijas lo escribieran, “El Paraíso Perdido”, obra que le inmortalizó.
Ciego y todo, alcanzó que su nombre pasara a la posteridad; lo que tantos han deseado, sin conseguirlo.
Las muchedumbres de entonces despreciaban al ciego, mientras que adulaban a insignificantes personajes, que, tan pronto murieron, fueron olvidados por completo.
Milton no aspiró a riquezas materiales, sino al éxito artístico; y lo alcanzó.
También a Cervantes, en un tiempo, se le tuvo por un fracasado. ¡Un infeliz, manco y pobre! ¿Quién se fijaría en él? No obstante eso, la posteridad le ha consagrado.
En todas las carreras de la vida, hay su-puestos fracasados, que no son más que grandes victoriosos; pues muchas derrotas encierran hermosas victorias.
Cristo, expirando en una cruz, venció al mundo. No importa que aquéllos que le contemplaban crucificado, le creyesen “caído”. El triunfaba, por haber dado la vida por un ideal.
¿Quién se atrevería hoy, a comparar a algún general romano, por más victorias que hubiese conquistado, con el humilde Nazareno?
Los grandes guerreros, lo mismo los romanos que los de otros pueblos, tienden a ser olvidados; mientras que los hombres que han servido a un ideal, o han realizado una gran obra, siempre serán recordados.
¿Dónde está la gloria de Alejandro? Los siglos la han borrado. En cambio, Homero tiene un nombre universal.
La espada de Alejandro se está oxidan-do; mientras que la lira del cantor de Troya, adquiere mayores esplendores.
Al correr de los siglos, la gallarda figura del guerrero se empequeñece, y casi se va borrando por completo del horizonte de la Historia; entretanto que las murallas de Troya parece que se alzan cada día a ma-yor altura, para que el mundo entero admire las glorias del poeta.
Por lo tanto, creemos que cuando una persona consigue obtener lo que más de-sea, ha triunfado en esta vida, aunque lo obtenido parezca a los demás cosa de po-co valor.
Tomado de Almanaque Ilustrado HISPANO-AMERICANO.
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