José Manuel Nieves
En mayo de 1967 varios radares de defensa antimisiles estadounidenses dejaron de funcionar. De forma inmediata, Estados Unidos puso a una flota de bombarderos atómicos en estado de “lanzamiento inmediato”.
Fue el 23 de mayo de 1967, en plena guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Varios radares de defensa norteamericanos, especial-mente diseñados para detectar misiles soviéticos en pleno vuelo, dejaron de funcionar al mismo tiempo ese día, hecho que fue interpretado como un bloqueo intencionado por parte del enemigo. El alto mando consideró el suceso como un acto de guerra y puso toda una flota de aviones equipados con armas nucleares en estado de “lanzamiento inmediato”.
Pero la crisis logró evitarse. Afortunadamente para todos, las Fuerzas Aéreas norteamericanas ya disponían de un incipiente programa de observación solar, y se dieron cuenta a tiempo de que los radares de defensa se habían bloqueado debido a una gran llamarada emitida por el Sol.
El “incidente” acaba de hacerse público en un estudio publicado en “Space Weather” por parte de un grupo de físicos y antiguos oficiales, ya retirados, de las Fuerzas Aéreas norteamericanas. Y en el artículo se describe con todo detalle lo cerca que estuvo Estados Unidos de lanzar un ataque nuclear contra la Unión Soviética. Hoy en día, toda una flota de observatorios espaciales vigila al Sol minuto a minuto, avisando de cual-quier llamarada. Pero no era así en los años sesenta del pasado siglo.
Los militares norteamericanos, en efecto, empezaron a monitorizar la actividad solar a finales de la pasada década de los 50, utilizando para ello telescopios terrestres. Y no fue hasta los años sesenta cuando los servicios meteorológicos de las Fuerzas Aéreas empezaron a fijarse en las llamaradas solares, erupciones masivas de radiación en la atmósfera del Sol que, cuando alcanzan la Tierra, pueden provocar cortes en las comunicaciones y sistemas informáticos.
En 1967, las predicciones de actividad solar llegaban diariamente al Comando de Defensa Aeroespacial de Norte América (NORAD), en boletines que resumían los datos de una serie de observatorios instalados en los Estados Unidos como en otros lugares del mundo.
Y el 18 de mayo de ese año apareció en el Sol un grupo inusualmente grande de manchas solares, zonas oscuras y más frías que el resto y que suelen pre-ceder a una actividad intensa. Los científicos, de hecho, avisaron de que se podría producir en los días siguientes una llamarada mayor que las demás.
Efectivamente, los observatorios de Nuevo México y Colorado observaron un destello que fue visible a simple vista, mientras que un radio observatorio solar en Massachusetts informó que el Sol es-taba emitiendo niveles sin precedentes de ondas de radio.
LOS RADARES SE DESCONECTAN
Durante el día siguiente y a medida en que el brote se desarrollaba, los radares de tres emplazamientos de misiles balís-ticos del Early Warning System (Sistema de Alerta Temprana), situados en la esta-ción de las Fuerzas Aéreas de Claro, en Alaska, en la base aérea de Thule, en Groenlandia y en Fylingdales, en el Reino Unido, dejaron de funcionar casi al mismo tiempo.
Y aunque había más de un indicio disponible para darse cuenta de que las averías eran achacables a la inusitada actividad solar, saltaron todas las alar-mas ante un posible ataque nuclear por parte de la Unión Soviética. El protocolo se aplicó de inmediato y Estados Unidos se dispuso a contraatacar de inmediato.
En realidad, los tres emplazamientos militares afectados se encontraban a plena luz del sol. Y la afluencia repentina de las ondas de radio solares fueron las responsables del colapso de los sistemas, explican los autores del estudio. Por supuesto, en cuanto las emisiones solares cesaron, el supuesto “bloqueo” de los soviéticos desapareció.
Los autores del estudio explican que la información procedente del NORAD llegó justo a tiempo a manos del alto mando para que éste detuviera las acciones militares. Delores Knipp, físico espacial en la Universidad de Colorado en Boulder y autor principal del artículo, subraya que ese día, la información sobre la tormenta solar llegó con toda seguridad a manos de las más altas instancias del Gobierno, incluso probablemente a las del propio presidente Johnson.
LLAMARADA SOLAR
Tras el impacto inicial de la llamarada solar, sus efectos se dejaron sentir en la Tierra durante más de una semana. Au-roras boreales, que normalmente solo pueden apreciarse cerca del Polo Norte, fueron vistas incluso más al sur de Nuevo México. Según los firmantes del estu-dio, lo único que evitó el desastre nuclear ese día fue el correcto diagnóstico de la actividad solar llevada a cabo por los militares.
En última instancia, la tormenta llevó a los Estados Unidos a reconocer el clima espacial como una preocupación opera-cional más a tener en cuenta, y a construir un sistema de predicción del clima espacial más sólido y capaz, según explica el coronel retirado Arnold Snyder, uno de los “hombres del tiempo” solar del NORAD, que estaba de servicio ese día.
ABC - Ciencia.
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