Hans Dellien S.
Los últimos acontecimientos que han sacudido la paz y tranquilidad del pueblo boliviano están relacionados con las contradicciones y la violencia que han llegado a extremos abismales. El razonamiento ha dejado de conducir las acciones y se anhela retomar urgentemente la sindéresis. Nos obliga a una reflexión retrospectiva como una secuela de la globalización, trágicas ¡trece letras! que han afectado la paz y armonía de todo el mundo. Cuando Dios permitió que Abel, primogénito de Adán y Eva, sea asesinado por su hermano Caín, el primer homicida, suceso que desde el génesis, primer libro del pentateuco del Antiguo Testamento, se reconoce como motivado por un vicio bíblico también, ¡la envidia!
Pero hay algo más que ese violento crimen profetiza desde tan temprano en la historia, los sucesos apocalípticos, en el último libro del Nuevo Testamento, por San Juan Evangelista, que revela los acontecimientos; es decir terroristas, espantosos, enigmáticos del fin del mundo. Curiosamente también esa palabra tiene ¡trece letras! Estos acontecimientos tan antiguos como actuales nos sugieren algunas reflexiones. La globalización es un proceso del 80 del Siglo XX, debido a la innovación humana y el progreso tecnológico con base en la integración de las economías de todo el mundo. La violencia como atributo deleznable del ser humano se precipita desde la historia antigua hasta nuestros días. Caín fue el germen inicial de este delito, y hoy cada mañana nos informan sobre crímenes alarmantes, tanto por su frecuencia como por su crueldad. El terrorismo ha adquirido un grado de salvajismo monstruoso, tanto en Europa, Asia y los Estados Unidos, y donde haya circunstancias políticas, religiosas o de cualquier orden, hasta en los deportes.
Desde Caín, pareciera que un atavismo se viene repitiendo, como una tendencia hereditaria que aparece o surge, después de no darse en repetidas generaciones, como una emoción instintiva que se supone en estadios culturales anteriores, es decir ligadas al genoma humano. Pero también se debe recordar que los valores superiores de la humanidad, desde siglos atrás están cayendo en un vacío cada vez mayor, y que la sacralidad de la vida y la dignidad humana están siendo violadas.
Retornando a lo nuestro, hay que reconocer que el culto a la personalidad ha pisado muy hondo en nuestro medio, y especialmente en el Poder Ejecutivo, lo que está dejando una huella imborrable y secuelas cada vez más graves; debemos superar esa flaqueza de nuestra idiosincrasia, elevando el gobierno su conducta jurídico penal. Los costos humanos y políticos de cinco bolivianos, uno de ellos una alta autoridad de gobierno, fallecidos en los acontecimiento recientes, pudo bien resolverse con más gestión gubernamental, más colaboración recíproca entre contendientes, ya que había fórmulas al alcance del diálogo racional. Las herramientas como la dinamita destrozan piedras, no deben ser usadas para destrozar a seres humanos, ¡bajo ningún pretexto! Imploramos a Dios que nos guíe por los mejores caminos de la civilización y culto, por la humanidad, Bolivia se lo merece.
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