En forma cotidiana, los medios de comunicación escritos, radiales y televisión hacen conocer notable cantidad de millonarias pérdidas que sufre el Estado debido a causas administrativas, de gestión, corrupción, etc., sin que los responsables adopten las medidas del caso no solo para recuperar los fondos desaparecidos, sino para evitar que se produzcan otros. Esa actitud liberal permite concluir que el gobierno ama las pérdidas y odia las ganancias y que no existiría solución para esa forma de administrar los bienes del pueblo.
La suma de pérdidas acumulada en diez años giraría en alrededor ¡de 2 a 3 mil millones de dólares! y parte de ellas serían irrecuperables, pues no se hace las gestiones del caso para su recuperación. La lista de pérdidas es bastante larga y solo considerando las más notables se encuentra la de 30 millones de dólares por compra de unas barcazas a una empresa china, caso que podría quedar sin remedio. Otras cuantiosas pérdidas son el fracaso de la perforación de Lliquimuni, el ferrocarril de Bulo Bulo, las pérdidas por la sequía y otros.
En meses anteriores se denunció la desaparición de más de 50 millones de dólares del Fondo Indígena, asunto que se estaría diluyendo como una pastilla de azúcar en una taza de café pese al proceso a una exministra. También está en duda la suerte del satélite Túpac Katari que costó 300 millones de dólares, del mismo que no se tiene noticia.
También se hizo notables gastos en los manantiales del Silala para embotellar agua, criar peces, producir electricidad y otros, sin que se evalúe qué ha pasado con esos proyectos, al igual que con una obra de tipo geotérmico, para el cual se erogó otra cuantiosa suma. En cuanto a la minería, Huanuni trabaja a pérdida y las noticias sobre la fundición de Vinto, el asunto del litio, el caso de Karachipampa y otros indican que están al borde del colapso, sin citar Papelbol, Cartonbol y otras empresas capitalistas de Estado.
De otro lado, se conoce de fuente oficial la pérdida de mil millones de dólares por la caída del precio de gas que se exporta a países vecinos y una suma parecida por pérdidas por la sequía, sin que se produzca una visible reacción oficial. En realidad se trataría de un deliberado culto a las pérdidas y así se hace de la vista gorda también en otros casos, como la desaparición de unas 60 computadoras del Palacio Legislativo, hecho que se produjo a menos de 50 metros del despacho presidencial.
Finalmente, los flamantes gobernantes departamentales se encontraron con verdaderas cajas de Pandora, como los de La Paz y Tarija, todo lo cual, en síntesis, al encontrarse la indiferencia oficial, permite concluir que el Estado, que no procede a las investigaciones, sanciones y recuperaciones de las sumas desaparecidas, ¡adora las pérdidas!
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