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La destitución de Dilma Rousseff ha puesto fin a una era que durante 13 años representó las esperanzas de gran parte del mundo en desarrollo. El “sin miedo de ser feliz” que presidió el destino del país más grande de América Latina acabó por decisión del senado que, con una mayoría abrumadora, la apartó por completo de la presidencia.
El fin del ciclo PT es un golpe fatal para las izquierdas del continente. Subraya un ocaso melancólico del Foro de Sao Paulo, las agrupaciones marxista-leninistas que intentaron revivir el experimento que durante más de siete décadas asfixió libertades y derechos en Rusia y el este europeo. Brasil era la esmeralda de la corona para las esperanzas de instalar una versión socialista menos tiránica que la de los gulags, pero en muchos casos implacable en la persecución a la libre expresión y a la disidencia.
La alegría y optimismo naturales de los brasileños arroparon a Luiz Inácio Lula da Silva, en los años en que cundió el mantra de que un mundo nuevo sería posible con el PT. El ex líder metalúrgico ahora está en una senda capaz de llevarlo a la cárcel por enriquecimiento indebido. El mundo que anunciaban sus seguidores no llegó a ser.
El sueño que Rousseff encarnaba empezó a desvanecerse a partir de su reelección por margen mínimo, seguida de una ola de descontento popular que sacudió al país con manifestaciones en la mayoría de los 5.400 municipios brasileños.
El nombre de ese descontento es recesión. Luego de años de crecimiento sostenido, a veces excepcionales, la economía se contrajo y el desempleo empezó a cundir. Para este año se pronostica una caída del 4.6% por ciento de su PIB, un fenómeno desconocido en casi dos décadas que mostró la cara fea del mundo que prometía el PT.
El desenlace reafirma que las economías no están blindadas y tumban gobiernos en cuanto situaciones de auge ceden por la ineficiencia o el dispendio. La conclusión de Bill Clinton al debatir con su adversario cuando era candidato presidencial, “es la economía, estúpido”, ha tenido una notable confirmación. Después de encogerse este año, la economía brasileña podría recuperarse solo en 2018. Con el PIB en crecimiento, otra habría sido la suerte de la ahora ex mandataria.
La decisión de los senadores causó una perplejidad tan difundida que llegó al embajador británico en Brasil, Alex Ellis, quien vía su cuenta en twitter pidió que le explicaran cómo una presidente podía ser apartada y conservar sus derechos políticos. Entre sarcástico y bienhumorado, un seguidor le dijo que los senadores la habían enjuiciado porque hubo un delito, pero como al enjuiciarla se vio que no lo hubo, se le mantuvieron los derechos políticos.
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