El Papa Francisco, siempre oportuno y certero en sus expresiones en pro de la humanidad, ha expresado en Cracovia, Polonia, ante los medios de comunicación y en oportunidad de la Jornada Mundial de la Juventud: “No tenemos miedo en decir esto: el mundo está en guerra porque ha perdido la paz”. La frase se aplica porque, innegablemente, casi no hay una región del mundo donde no hayan enfrentamientos entre hermanos, confrontaciones por causas sociales, económicas o de cualquier tipo; hay pugnas entre naciones y diferencias de toda naturaleza porque el hombre pese a haber alcanzado altos índices de crecimiento en las ciencias y la tecnología, no consigue ponerse de acuerdo y concordar con todos en las urgencias de vivir en paz y armonía.
La Iglesia Católica, por la experiencia acumulada en más de dos mil años desde la predicación de los Evangelios por parte de Nuestro Señor Jesucristo, no ha dejado de enfrentarse a quienes hacen el mal y provocan guerras mediante el uso de las armas con miras a la imposición de caprichos e intereses creados. Muchos han sido los dictadores y tiranos que han causado dolor, lágrimas y luto a millones de personas; muchos son los casos de persecución y violación a los derechos humanos; son incontables los casos en que se impone la soberbia y la petulancia por el hecho de que pocos, muy pocos, quieren imponer su autoridad sea la legalmente recibida por los pueblos o aquellas que buscan imponerse porque cada uno, a su modo y forma, quiere que el avasallamiento -forma de esclavizar y convertir en siervos a los hombres- se imponga porque así lo deciden los que poseen poderes políticos y, en casos, económicos y sociales.
Para ratificar sus palabras, el Sumo Pontífice dijo: “Desde hace tiempo decimos que el mundo vive una guerra a trozos. Recordemos a este santo sacerdote que ha muerto en el momento en el que recogía las oraciones para la Iglesia. Él es uno, pero cuántos cristianos, cuántos inocentes, cuántos niños… pensemos, por ejemplo en Nigeria”. Fueron claras sus alusiones al sacrificio de un sacerdote católico que murió apuñalado por terroristas en una iglesia en Francia; a los niños e inocentes que mueren a diario por acción de las guerrillas, el terrorismo y otras formas de complotar contra la paz favoreciendo a las guerras y confrontaciones.
Mientras el mundo no entienda que debe vivir los beneficios de la paz y no complote contra ella, será difícil alcanzar los beneficios que Dios creó para la humanidad. La guerra, al complotar contra la paz lo único que hace es destruir vidas y valores, imposibilita la felicidad y hace que surjan más fanáticos impulsados por el mal para cobrar vidas humanas y contribuir a crear condiciones para que la guerra siga en su empeño de matar a la paz. El mundo tendrá que cambiar con los cambios que se produzcan en el hombre y que está destinado a crear las mejores condiciones de paz, concordia y entendimiento entre todos los hijos de Dios que también deben librar su batalla personal para derrotar a la guerra que anula sus virtudes.
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