[Isabel Velasco]

El tranvía de la muerte


El domingo 4 de marzo de 1923 muchos ciudadanos que poseían quintas y fincas en la Villa de los Obrajes viajaron a ellas para pasar el fin de semana, cambiar de clima y a la vez apreciar la naturaleza del lugar.

Los hermanos Guillermo y José Luis Gonzales Quint, ensillaron sus caballos y enfilaron hacia el lejano Obrajes en sus cabalgaduras. Don Julio Arauco Prado, distinguido ciudadano paceño, se atrasó esperando a sus pequeños hijos, quienes obtuvieron permiso para salir de paseo con su padre “por ser primer domingo de mes”, norma que regía en el internado de los Sagrados Corazones y tomaron el tranvía.

A la hora designada para el descenso hacia Obrajes, el motorista Eusebio Urquizo fue notificado para dirigir el carro número 10 B, recibió la orden a regañadientes, puesto que este vehículo anteriormente había presentado cierta relajación en los frenos y previno a sus superiores que era peligroso utilizar este carro. Lamentablemente sus quejas cayeron al vacío. El inspector Asport manifestó a todos los conductores que “para rendir un servicio rápido se debía acelerar los carros”. Urquizo no pudo menos que entrar en trabajo y bajar hacia la Villa de Obrajes repitiendo el trayecto 3 de ida y 3 de vuelta.

A las 11:20 a.m. el tranvía inició su viaje de bajada conducido por Urquizo, secundado por Domingo Olivares, en sus manos estaban las vidas de 20 pasajeros. Siete iban en primera clase, el Sr. Julio Arauco Prado con sus hijos Eduardo, Leonor y Adela, la Sra. Adela Loayza de Esprella y el Dr. Nicanor Barcarcel con su hijo Luis. En 2da. Clase viajaban 17 personas, entre ellas gente de comercio, minoristas y agricultores del valle de la provincia Murillo.

Los hermanos Gonzales Quint viajando a caballo vieron cómo al pasar el tranvía por la quinta “El Paraíso”, salió a la puerta D. Fermín Cusicanqui con su esposa, pero el carro no se detuvo, ellos comentaron la negligencia del conductor y siguieron su camino junto al tranvía intercambiando saludos con don Julio.

Cuando el tranvía se hallaba aproximadamente a escasos metros de la cascada más allá del puente, notaron con extrañeza que el coche pasó con una velocidad fuera de lo normal, del carro cayó hacia afuera un chico. También notaron que el motorista y el conductor daban vueltas a las manivelas y pasaron dos cuadras más o menos y el tranvía salió de las rieles, patinó un buen trecho fuera de la línea y cayó irremediablemente al precipicio, desmoronándose entero en un lugar donde se asentó estrepitosamente con el techo abajo y las ruedas encima.

Los dos jinetes picaron sus caballos hasta llegar al lugar, donde vieron un espectáculo que los llenó de espanto, el carro se hallaba deshecho, un silencio sepulcral hizo que no se notara el más mínimo signo de vida, la corriente del riachuelo se oía a la distancia. Este hecho motivó a los hermanos Gonzales Quint a dirigirse a galope en busca de auxilio.

Según relatos hechos posteriormente, por los protagonistas del suceso que fueron hallados con vida dentro del tranvía, el descenso hasta el primer puente fue normal y llegaron hasta la gruta con tranquilidad, allí, según presumen, el motorista recordó la orden de acelerar el tráfico, hecho que lo indujo a apresurar la máquina en una carrera que habría de terminar lamentablemente en un desastre.

Este luctuoso acontecimiento conmovió a toda la población, causó siete muertos y 19 heridos. La Sra. Esprella logró salir de entre los escombros. D. Julio Arauco tuvo fuerzas para levantar algunas piezas, mas las pesadas maderas lo desvanecieron.

Los socios del Bolivian Tennis Club fueron los primeros en llegar al lugar del desastre y auxiliaron a los pasajeros, la escena era desgarradora, un montón de piedras y trastos retorcidos, cristales hechos trizas, provisiones de los pasajeros derramados por todo lado; la sangre de las víctimas daba un tinte desolador a este cuadro desgarrador.

La solidaridad de los paceños no se hizo esperar. Se inició brigadas de auxilio y muchas de las víctimas pudieron salvar sus vidas gracias a la pronta intervención de los rescatadores. La familia Arauco Prado fue atendida en la clínica de los Dres. Aramayo, Nicanor Barcarcel y su hijo también. El Dr. Claudio Sanjinés declaró que el estado de los accidentados era muy grave, pero con esperanzadas tendencias a mejorar. El niño Eduardo Arauco sufrió múltiples contusiones en la caja torácica, presentaba un estado de gravedad, felizmente mejoró, al igual que D. Nicanor.

El periódico “El Liberal” organizó una colecta para socorrer a los damnificados de pocos recursos que iban en 2da. Clase. La Federación de Estudiantes de La Paz resolvió declararse en duelo y organizó un “mitin” después del entierro para presentar “un pliego in extensis”, exigiendo a las autoridades se pague una indemnización a las víctimas del trágico accidente. El Teatro Princesa dio esa noche una función a beneficio de ellas, poniendo en escena un programa selecto a cargo de la compañía de ballet “Rousses”.

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