Los sucesos ocurridos entre las fuerzas cooperativistas mineras y el gobierno, que pasaron del nivel de las contradicciones a los antagonismos y culminaron en los choques en lugares como Mantecani, Sayari y Panduro, no han podido menos que causar un profundo estremecimiento en la opinión pública de todo el país, la misma que no tardó en alzar su voz de repudio a la violencia y clamar por el retorno a la normalidad.
El precipitado tratamiento que se dio al proceso estallado en torno a la reforma de la Ley de Cooperativas fue, en alguna medida, el causante de esa crítica situación que, finalmente, a nada habría conducido, ya que el problema se mantiene sin variación, pues los cooperativistas no estarían dispuestos a ceder en sus posiciones, ni el gobierno, por su parte, a dar brazo a torcer. Es más, el gobierno amenazó con dictar medidas más radicales, como la reforma del sector minero cooperativizado, como anunció el Ministro de Gobierno, quien al referirse a la reestructuración de ese rubro económico afirmó que se tendría “la obligación de hacerlo”, mientras, por otro lado, algunas organizaciones pidieron que el bloque cooperativista sea “nacionalizado”, se revierta las concesiones al Estado, etc.
De otro lado, no dejan de ser significativas las palabras del presidente Evo Morales que declaró en un discurso en la mina Colquiri, que la justicia deberá actuar sin contemplaciones sobre los autores de la violencia y destacó que “tiene que haber una dura investigación y caiga quien caiga” por ser responsables de las muertes de varias personas y así saber respetar la vida de las personas, palabras que dejaron entrever que si bien los culpables de las muertes de cinco personas serían los mineros, también estarían comprometidos con esos hechos algunos funcionarios que no actuaron con la debida oportunidad y responsabilidad.
En todo caso, lo que sería recomendable es que las partes en conflicto ingresen en una etapa de reflexión antes de tomar decisiones que podrían ser algo peor que echar gasolina al fuego. Sería de esperar que no se actúe bajo apreciaciones emocionales que si bien son reflejos lógicos de una situación difícil e inesperada, son las que imperan en los primeros momentos de un conflicto y que hacen perder la serenidad y producen nuevas dificultades.
De otro lado, resulta imprescindible e impostergable que se realice una investigación del choque entre fuerzas antagónicas, que se produjo en varias localidades y que culminaron con la muerte trágica de un alto funcionario del gobierno. En efecto, no solo se debería estudiar los detalles de los enfrentamientos sino, ante todo, las causas que los originaron, sin dejar de encontrar a los responsables ideológicos que llevaron al país a una situación de tanta gravedad, al extremo de que el presidente Evo morales aseguró que se trataba de un “golpe de Estado” que trataba de desestabilizar y derrocar al gobierno. Será entonces que la “dura” investigación llegue a sus últimas consecuencias y “caiga quien caiga”. De ahí que se impone la necesidad de retornar a la serenidad.
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