El terrorismo yihadista del Estado Islámico no para en sus objetivos de causar más daño a la humanidad. Son casi diarios los hechos sangrientos que promueven quienes son adiestrados para matar y ocasionar grandes pérdidas que son objetivo de su vocación por la muerte.
El pasado mes de julio ha sido propicio para matanzas de toda laya: el 14 de julio un conductor de camiones causó la muerte de 84 personas -entre ellos 10 niños- e hirió a más de 300; el 18, un joven fanático a golpes de hacha agredió a pasajeros de un tren y luego atacó a una mujer que paseaba a su perro por la calle; el día jueves 22, un germano iraquí asesinó a nueve personas en un centro comercial de Munich; el 24 otro joven de 24 años asesinó con un machete a una mujer en un restaurante; el día 25, otro refugiado sirio de 27 años hirió a 15 personas en Baviera; el día miércoles 27, luego de 12 días de la masacre en Niza, dos terroristas, al grito de “dios es grande” irrumpieron en una iglesia donde un sacerdote de 80 años celebraba misa, apresaron a varias personas y degollaron a cuchillo al religioso.
Al margen de la lista anterior, ya el 2 de julio, en un restaurante de Dacca, capital de Bangladesh, 28 personas murieron por el ataque de seis terroristas; el día 3, dos ataques en un distrito de Bagdad, con el estallido de un coche bomba se asesinó a más de 200 personas e hiriendo a varios cientos; el día 23, como corolario de todo lo anterior, en Kabul, Afganistan, murieron 80 personas y resultaron heridas 230. Todos los ataques se adjudicaron terroristas pertenecientes al Estado Islámico que buscan, mediante el terror, “borrar todo vestigio de religión o creencia en Dios a cambio de imponer la religión islámica”.
Son centenares las víctimas que han sido asesinadas en nombre de un Estado Islámico cuyos dirigentes han señalado no estar de acuerdo con las matanzas porque, dijeron, “el principio de amor a Alá practicado por la religión musulmana, nada tiene que ver con la imposición mediante la muerte causada por el terrorismo; por el contrario, el Corán establece reglas claras de paz y concordia entre los hombres”.
La verdad es que son miles los incrustados en grupos de terror que, en nombre de Dios, pretenden imponer lo que los pueblos no pueden aceptar por imposición del terror; pero, para los yihadistas y otros grupos, no “hay justificativo para que se pertenezca a otra fe” y, por ello, han mostrado disposición fanática a causar muerte en todos los sitios del mundo que les permita las circunstancias; alegan, además, poseer todos los medios tecnológicos y financieros para “llevar a cabo su misión” que es contraria a los derechos humanos.
El mundo, de oriente a occidente, de norte a sur, condena los hechos criminales y ha mostrado solidaridad con los familiares y países que han sufrido por causa de quienes no respetan la vida y menos los derechos de todos los pueblos a vivir en paz.
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