El motivo es todo aquello que, con excepción de la misma facultad volitiva, que es la voluntad, influye en el origen y dirección del querer, como son los sentimientos, instintos y representaciones. Más aún, se puede profundizar el concepto entendiendo por motivo a un valor representado como causa final que fundamenta y asigna o confiere sentido a un objetivo o sustrato para la realización de la voluntad. Ahí es cuando los niños y adolescentes poseen un derrotero de vida y es tierra fértil para motivarlos a estudiar como un imperativo básico.
La motivación a los estudiantes en la escuela y en la universidad tiene una dependencia con la propia formación del docente, que debe dominar las técnicas de la motivación, además de conocer todas las estrategias modernas, incluida la tecnología, para que cada clase sea una experiencia única para el estudiante y para el propio docente. Naturalmente esta calidad de docente ha encontrado un apostolado formativo que debe mejorarse en cada clase, obteniendo la experiencia dinámica y de exigencia personal que elimina la posibilidad de la rutina, que es el entresijo para que el docente decaiga en su entusiasmo e iniciativa.
El buen docente acompaña al estudiante en todas sus transformaciones intelectuales, es decir que lo acompaña a la fuente, pero no puede pensar por él, que es lo que facilita al estudiante a crear criterios y análisis propios que estructurarán su prestigio cuando ejerza su profesión.
Cuando el docente motiva para el estudio, sabe perfectamente cómo se desarrolla el proceso de inter-aprendizaje y debe morigerarlo cada día, visualizando el nivel que desea alcanzar y, para ello, tiene que observar que la condición ineludible (conditio sine aequanon), es que la información de los conocimientos que transmite sea elaborada y profunda.
Con el dominio de estrategias didácticas modernas, deseablemente implementadas de manera técnica, se genera ineluctablemente como resultado de ese efecto, una motivación intrínseca de aproximarse cada vez más a la profundidad del conocimiento, descubriendo su contenido práctico. De esta forma se fomenta en los estudiantes el afán de alcanzar los mejores desempeños, pues previamente se han establecido en ellos altas expectativas.
El docente que no cambie sus valores y su perspectiva pedagógica, con superlativas dosis de autonomía, flexibilidad, apertura y democracia en el diálogo con todos, no podrá arribar a rendimientos óptimos y conseguir y desarrollar conocimientos y habilidades en los estudiantes, simplemente por el placer de entender. Si el docente no se equipa silenciosa, pero efectivamente con estas cualidades, no habrá resiliencia que lo salve.
El autor es abogado corporativo, docente universitario, Honoris causa, escritor.
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