Guerra de la Independencia – 21 de Noviembre de 1816
Luis S. Crespo
Nacido en Buenos Aires, don Ignacio Warnes vino al Alto Perú con el grado de teniente coronel con el Ejército auxiliar Argentino del general Manuel Belgrano. En 1813 fue nombrado por éste gobernador intendente de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, donde formó una división de las tres armas, con la que se propuso defender su territorio. Formó maestranzas, fabricó armas, fundió cañones y trabajó como obrero a fin de estar preparado para defenderse ante cualquier agresión realista. Después de las batallas de la Florida y Santa Bárbara, en las que venció a los españoles, Warnes organizó un ejército de 800 hombres, con cinco piezas de artillería, sirviendo de base para la insurrección que se extendía en el resto del país.
Don Francisco Javier Aguilera había nacido en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Estudiante de teología en el Seminario de Chuquisaca un día fugó del colegio para alistarse en las filas del ejército realista en los comienzos de la guerra de la independencia. Con el grado ya de coronel fue enviado por el jefe español Juan Ramírez a combatir a los caudillos patriotas Padilla y Warnes, que mantenían el espíritu de la insurrección, el primero en las provincias de Chuquisaca y el segundo en el oriente alto-peruano.
AGUILERA CONTRA WARNES
Después de vencer a Padilla en la jornada del Villar (14 de septiembre de 1816), el coronel Aguilera emprendió feroz campaña contra los patriotas del oriente. En Valle-grande reforzó su ejército con soldados de Cochabamba. Entre sus fuerzas estaban: el batallón Fernando VII, de 500 plazas; el batallón talavera de 300 hombres; dos escua-drones de caballería cochabambina con 250 jinetes cada uno; una sección de artillería con ocho plazas servidas por 100 artilleros. En todo, 1.400 hombres. Completado el equipo y armamento de este ejército, Aguilera se dirigió sobre la ciudad rebelde que estaba defendida por Warnes. La marcha del jefe realista fue cautelosa y nadie se apercibió de su marcha sino cuando en Horcas, caserío próximo a Santa Cruz, se vieron las bayo-netas realistas que pronto causarían terror y muerte en estas comarcas.
LA BATALLA DEL PARI
Ante la sorpresiva aproximación del ene-migo, Warnes ordenó la marcha de su ejército a las 11 del día 21 de noviembre de 1816. Al tiempo de partir, arengó a su tropa: “Soldados, a vencer o morir con gloria”. Un grito de entusiasmo fue la respuesta del ejército cruceño. El Pari es una extensa pradera próxima a los arrabales de la ciudad. El camino que viene de las provincias del interior, atraviesa este campo en toda su longitud, teniendo el arroyo del Pari a la derecha. En ese campo y como a 800 metros del arrabal de la ciudad, tendió Warnes su línea de batalla. Apoyó su derecha sobre el arroyo y cubrió su izquierda con la caballería; al centro colocó la artillería, emboscando algunas piezas en las isletas y renovales. Poco después se presentó el ejército español. Aguilera desplegó su línea paralela a la de Warnes, emboscando parte de ella en la vera del Pari, donde emplazó su artillería protegiendo ambas alas con su caballería.
LA BATALLA DECISIVA
Simultáneamente ambas líneas avanzaron la una sobre la otra. El batallón Fernando VII, dirigido por el mismo Aguilera, abrió fuego sobre la infantería cruceña, cuyo jefe, el co-mandante Saturnino Salazar, huyó ante las primeras descargas. La tropa se tendió en el suelo hasta que vino Warnes a caballo ordenando seguir adelante, trabándose un combate sangriento. En refuerzo de Aguilera se presentó el comandante Llanos a la cabeza del temido batallón Talavera. En lo más recio de la refriega, fue derribado de un balazo el caballo del jefe patriota, que cayó sujetando al jinete de la pierna derecha. Los soldados, creyéndolo muerto, fugaron dejándolo abandonado en el campo de batalla. Un soldado español encontrándolo con vida, le atravesó el pecho con su bayoneta y un pistoletazo en la cabeza lo ultimó.
Al comenzar el combate, la caballería cruceña al mando del coronel Mercado había embestido con furia a la caballería realista cochabambina, hasta ponerla en desordena-da fuga. Mercado lo persiguió durante cinco horas, peleando en el trayecto los jinetes pelotón a pelotón, cuerpo a cuerpo, hasta que los cochabambinos fueron destruidos por completo. Mercado tornó victorioso al campo de batalla y al saber la muerte de su jefe, “dando alaridos de rabia se precipitó sobre los realistas, pero éstos formando sólidos grupos, fusilaron a los intrépidos jinetes, que no contaban más que con sus lanzas para el ataque”. A Aguilera su triunfo le costó caro, pues de 1.400 hombres que tenía le quedaron sólo 250, los demás habían muerto o estaban heridos. Aguilera mandó a cortar la cabeza de Warnes y colocarla en una pica en la plaza de Santa Cruz.
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