Los trastornos de la personalidad (TP) representan un riesgo clínico significativo para las conductas violentas, que pueden ser identificadas sí se toma atención incluso dentro del mismo seno familiar, según explicó la especialista en psiquiatría Rosario Martínez.
Existen conductas violentas que son aprendidas en el ser humano y éstas se reflejan en físicas, psicológica y en el peor de los casos sexuales. “Los niños que en el colegio golpean, pelean, se aíslan o se alejan, pueden ser víctimas de violencia de sus padres, y cuando son adolecentes las conductas son más visibles”.
El común denominador de la violencia asociada a los trastornos de personalidad, salvo algunas excepciones, es la ira, en muchos casos esta emoción se expresa con rabia, resentimiento o irritabilidad.
Los efectos físicos de la ira incluyen un aumento del ritmo cardiaco y de la presión sanguínea, así como de los niveles de adrenalina y noradrenalina. Se puede considerar la ira como parte de la respuesta neurofisiológica ante una amenaza o daño percibido.
En el caso de las familias post-nuclear, donde no existen lazos sanguíneos y existe una madrastra o un padrastro, se puede desencadenar el delito de cometer violencia en sus tres aspectos.
Pero existen repercusiones por causas biológicas, hay personas que tienen alteraciones a nivel del cerebro y que pueden determinarse con exámenes complementarios, si existen alteraciones químicas, cuando hay deficiencias o aumento de neurotransmisores.
“Las personas reaccionan con violencia incluso sin motivo, hay causas sociales las que se aprenden, sobre todo en aquellas personas que han vivido tortura en su infancia”, dijo.
Existen también personas violentas que tiene trastorno de personalidad orgánica, otras tiene trastornos paranoicos, piensan que todo está en su contra. Existen muchas enfermedades mentales que obedecen a la violencia.
Además, la ira se expresa con toda intensidad con la descarga adrenérgica de los psicoestimulantes o con la desinhibición provocada por el alcohol y otras drogas.
“El alcohol y las drogas hacen que se empeoré el pronóstico de la enfermedad, y hace que ésta se sobresalte y resalte; es la furia incontrolable del sujeto”, dijo.
EVALUACIÓN CONDUCTA
La profesional lamentó que en nuestro medio, pese a que existe un sistema de salud, público, privado y de convenio, no existan espacios destinados a valorar la salud mental.
La salud mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social de las personas. Afecta la forma en que pensamos, sentimos e interactuamos, por ejemplo si en un barrio el entorno de vecinos detecta que en un domicilio existen constantes peleas y borrachera y hay niños de por medio, “hay que intervenir necesariamente”.
Consideró que la violencia se puede evitar sí la sociedad fiscaliza los malos actos.
Además, señaló que en el ámbito profesional, se debe apoyar más la especialización de médicos psiquiatras. “Cualquier médico psiquiatra puede detectar violencia, pero en el sistema no contratan estos profesionales, que son expertos en conductas”.
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