Antonio Vargas Ríos
“Porque es más listo que su cola. Si la cola fuera más lista, la cola movería al perro”. Con estas palabras comienza la película “Wag The Dog” (1998) del director Barry Levinson. Esta comedia muestra cómo la propaganda política puede hacer creer a la ciudadanía prácticamente cualquier cosa.
En la misma tónica, hace pocos días fue exhibido “El cártel de la mentira”, documental encargado por el Ministerio de la Presidencia con el objetivo de analizar la labor de los medios en torno al caso Zapata.
Este caso cuyo nombre completo podría ser “la increíble y triste historia del cándido presidente y de su expareja desalmada” (parafraseando al colombiano de Aracataca), es un presunto caso de “Uso indebido de influencias” en el que expareja de Evo Morales a sabiendas de él, utilizó su nombre para lograr beneficios económicos.
Los detalles del caso Zapata son por todos conocidos y no abundaré en ellos. Me limitaré a decir que las explicaciones del presidente quedaron en entredicho.
El caso Zapata se conoce el 3 de febrero y a partir de ese momento se convierte en un tema de la agenda de la opinión pública, de los medios y del gobierno.
En esta historia no falta nadie, el cándido, la desalmada, el hijo, la tía, el amigo, el cantante, el abogado, la matrona, el adalid y, por supuesto, “El cártel de la mentira”.
Todo esto pudo haber quedado en el anecdotario de la política boliviana, pero en esta oportunidad a pocos días de conocido el caso Zapata, Evo Morales sometió a referéndum constitucional su propuesta de modificación del Artículo 168 de la CPE para repostularse en las elecciones presidenciales del 2019.
Los resultados fueron adversos a las expectativas del presidente. Con un escaso margen de 2.6% ganó el “No” sobre el “Sí”.
En sus apariciones públicas posteriores al referéndum, era inocultable que Morales y sus principales colaboradores mostraran su desazón. Imagino que fue difícil asimilar que la propaganda gubernamental no haya dado sus frutos en la cantidad requerida.
La responsabilidad por este fracaso se atribuyó a las redes sociales y los medios de comunicación.
En las primeras es difícil encontrar a los emisores, debido a que se encuentran dispersos y su identidad no siempre es verificable. Sin embargo, en los segundos es más sencillo. Los medios de comunicación son empresas legalmente constituidas y los periodistas que trabajan en ellas están plenamente identificados.
Es el Ministro de la Presidencia durante el acto de interpelación en el que debía dar explicaciones sobre su participación en el caso Zapata, quien bautiza a determinados medios de comunicación y a algunos periodistas como “El cártel de la mentira”.
La acusación que el ministro hizo contra el cártel es que con la cobertura realizada sobre el caso Zapata, difundieron ampliando masivamente una mentira descomunal, que buscaba desestabilizar la administración del presidente Morales y cuyo efecto inmediato fue el rechazo de la ciudadanía boliviana a la repostulación.
En este marco, a mediados de diciembre se estrena en simultáneo en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba el documental “El cártel de la mentira”, aunque se conoce su costo (40,000.- bolivianos ) no se sabe quién pagó y cuánto por el alquiler de las salas.
“El cártel de la mentira” es una exposición en cuatro actos. El primero presenta las pruebas que consisten en pedazos de propaganda política armados en un extraño paralelismo entre Irak, Argentina, Estados Unidos de Norteamérica, España y el caso Zapata.
Luego, el segundo muestra a las víctimas que resultan ser todos los presidentes progresistas que de una u otra manera se han sentido mellados por la manipulación informativa, están Rafael Correa, los esposos Kirchner, Lula da Silva, Rousseff, Nicolás Maduro y, por supuesto, Evo Morales.
El tercero es la exposición pública de los responsables (los medios y periodistas), presentándolos en calidad de delincuentes, pues si la difamación es un delito, el o los que lo cometen son, en consecuencia, delincuentes.
El acto final dicta la condena, los delincuentes son sometidos al escarnio y estigmatizados con el signo de la mentira.
El hilo conductor en este relato es sencillo y evidente, mostrar que la derrota gubernamental en el referéndum del 21 de febrero es “el resultado exitoso de una campaña de desinformación contra Evo Morales”, en palabras del director del documental, Andrés Sal.lari.
“El cártel de la mentira” no es un documental en el sentido estricto de la palabra, sino un producto propagandístico con una clara orientación ideológica, que magnifica el poder de los medios de comunicación exaltando a los emisores y dando por sentado que los receptores son inoculados pasivamente con los contenidos elaborados por los periodistas “mentirosos”, condicionándolos para votar por el “No”.
Sin duda tal aproximación no resiste el análisis, pues deja sin explicar las contradicciones en las que caen los distintos voceros gubernamentales y el propio presidente cuando se refieren una y otra vez al caso Zapata.
Además, no considera siquiera en calidad de hipótesis que el rechazo a la repostulación del presidente, bien podría ser una respuesta a la acumulación de estímulos producidos por los escandalosos actos de corrupción vinculados a servidores públicos muy próximos a Morales, más que un acontecimiento asociado exclusivamente al caso Zapata.
Como dijimos al inicio, este intento de la propaganda gubernamental no solo pretende mover al perro con su cola, sino zarandearlo. Lo único que no tomaron en cuenta es que el perro sigue siendo más listo que su cola.
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