De regreso el Gral. Manuel Isidoro Belzu de Europa, había sido proclamado, nuevamente, Presidente de la República en la ciudad de La Paz, después de haber obtenido una ligera victoria sobre el ejército del Gral. Mariano Melgarejo, que anteriormente derrocó al Gral. Achá el 28 de diciembre de 1864.
Festejando su victoria, junto a sus partidarios, el Gral. Belzu fue asesinado por las huestes de Melgarejo en el Palacio de Gobierno de la ciudad de La Paz, el 27 de marzo de 1865, suceso que dio la victoria al Gral. Melgarejo.
Sin embargo, las provincias del Sur se levantaron nuevamente contra Melgarejo, conformado un ejército al mando del Gral. Casto Arguedas.
Melgarejo salió de La Paz a su encuentro, realizándose combates sangrientos, culminando con el de la Cantería, cerca de Potosí, el 5 de septiembre de 1865. En ese notable encuentro, los revolucionarios cochabambinos fueron sacrificados, muriendo el joven poeta Néstor Galindo.
Triunfante Melgarejo, siendo dueño absoluto del centro y sur de la república, se encaminó al norte, a sofocar la insurrección del incansable Gral. Arguedas.
En consejo de guerra, el Gral. Arguedas dispuso realizar el encuentro fuera de la ciudad, a fin de evitar mayores sufrimientos al pueblo paceño.
El 24 de enero de 1866 salió el ejército de la ciudad de La Paz, rumbo al encuentro del Gral. Melgarejo, camino a Oruro.
La batalla se efectuó en las faldas del cerro llamado Letanías, donde Melgarejo obtuvo un triunfo completo, tomando un buen número de prisioneros entre soldados, jefes y oficiales.
El ingreso del Gral. Melgarejo a la ciudad de La Paz no fue de muy buena acogida, incluso el cielo se tornó gris con una leve garúa que cubría la ciudad; los prisioneros fueron encerrados en las celdas del tenebroso Loreto.
Al día siguiente, 25, en la mañana el presidente Melgarejo dispuso dar un paseo por la plaza de armas de la ciudad, con una ligera comitiva. Al pasar por el Loreto, se le ocurrió conocer más de cerca a los presos, llamando a su edecán, a quien le dijo:
¡Haga salir a los presos y hágalos formar!
El pueblo se consternó, por los recuerdos de los sangrientos hechos de Yáñez, los fusilamientos; los prisioneros conocedores de estos hechos se santiguaron y rezaron, sabían que este era su fin.
Salieron los prisioneros del fatídico Loreto, y una vez formados, se acercó a la línea el Gral. Melgarejo, que los miró uno por uno, cara a cara, helándose la sangre de quienes eran observados, al suponer su desenlace y su muerte.
Melgarejo en alta voz les dijo:
“¿Con que estos son mis opositores, éstos son los que pensaban vencer a Melgarejo? – ¡Fuera de aquí!
Vayan a sus casas, y no vuelvan a meterse a guapos conmigo y dedíquense a cuidar a sus familias. ¡Largo de aquí! Demagogos”.
Los prisioneros en un abrir y cerrar de ojos desaparecieron, y alguien dijo “¡Viva Melgarejo!”.
La magnanimidad del General fue desconcertante, y significó un cambio en el pueblo, que esperaba un sargento de cuartel, a un militar más o menos acertado.
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