Después de entrar en un proceso de declinación anterior, en el año que termina la actividad política nacional entró en una etapa tempestuosa imposible de contener. Hechos de significación se sucedieron unos a otros, con el detalle de que cada vez fueron más agudos e impactantes. En esa forma, el año termina con balance que debe ser sometido a un arqueo de fondo y la necesidad de tomar en cuenta futuros acontecimientos.
El 2016 empezó con una intensa campaña política relacionada con el referéndum destinado a modificar el artículo 168 de la Constitución, destinado a evitar o permitir la prórroga del gobierno por cinco años más. El suceso electoral impulsado por el gobierno y sus instituciones dependientes se fue cumpliendo cronométricamente con gran despliegue de recursos económicos, y publicitarios, mientras los partidos políticos aún existentes no dieron muestras de actividad y hasta adoptaron una posición indefinida, sin que den manifestación alguna de unirse para adoptar una actitud conjunta.
Para la fecha de la realización de ese plebiscito, el partido gobernante marchaba unido y como fuerza única en torno al SÍ, mientras el pueblo se unificó en una sola fórmula, el NO, con base en su propia decisión política y sin cumplir consigna partidaria alguna. Es más, mientras el gobierno hacía gala de gastos financieros, la opinión pública prácticamente no gastó ni un centavo. Finalmente, contra todo pronóstico oficial, la fórmula del NO obtuvo un triunfo aplastante, determinando para el país una nueva relación de fuerzas sociales y, a la vez, una nueva orientación política para los destinos nacionales. Así, esas elecciones adquirieron el valor del acontecimiento central del año.
Tras ese suceso, continuó desencadenándose un rosario de problemas, confirmando así la situación de retirada en que se encuentra la política oficial. Entre otros, estalló el problema de las cooperativas mineras y su fatal desenlace; el caso del Fondo Indígena; denuncias de corrupción general y otros muchos. Ese estado de cosas culminó con el estallido de la sequía, que arrastró la crisis del agua en la región internandina, causando grandes pérdidas a la agricultura y malestar en las ciudades.
En cuanto al aspecto externo la situación no pudo ser peor. El resultado de las elecciones en Estados Unidos es un indicador importante. Igual suceso constituyó el triunfo en Inglaterra de la línea nacionalista de retirarse del Mercado Común Europeo, que fue también decisivo. A todo eso, casi no tuvo variación la caída de los precios de las materias primas que, salvo excepciones, no se superó y no tiene perspectivas de solucionarse. A esa declinación externa se sumaron la expulsión del poder del Partido de los Trabajadores de Lula y la pérdida de las elecciones de la señora Cristina Kirchner. No es menos notable la muerte de Fidel Castro y la crisis sin fin del gobierno de Venezuela tras la muerte de Hugo Chávez.
En ese panorama general se destaca el viraje que está dando Bolivia para pasar de la dependencia ante Norte América a la dependencia ante el imperialismo de China. En síntesis, 2016 fue un año tempestuoso y la tendencia podría prolongarse el siguiente, pues no existen síntomas de que pueda cambiar de orientación.
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