A principios del mes de noviembre empezó el ya llamado “sacrificio por el agua” en la ciudad de La Paz; cortes intempestivos del servicio, programas de racionamiento incoherentes; incumplimiento de horarios y poca cantidad de agua, generalmente con sarro o excesos de cloro. Se dijo que “los cobros serían racionales” y, en casos, no habría facturas.
Sin embargo de todos los anuncios, hay personas que han recibido facturas con montos excesivos; casos en que si cancelaban antes del grave problema Bs. 60 u 80 han recibido facturas por montos cinco o diez veces más; es decir, por Bs. 300 hasta Bs. 800. No hay reclamo que valga y cuando los hay por el servicio no recibido o racionado y en mal estado, se dice en EPSAS “esas son las instrucciones porque el agua en La Paz es muy barata”.
Innegablemente, el servicio de agua era barato mientras había provisión normal y sin racionamientos; pero, que se diga ahora lo mismo sería una aberración y no se justifica en modo alguno que las tarifas hayan sufrido incrementos tan grandes e injustos.
El agua es elemento indispensable para la ciudad que ahora vive toda una tragedia por su falta que, bien se sabe, es debida a la irracionalidad, descuido e imprevisión de las autoridades del gobierno que no han sabido prever este drama que se sabía desde principios de año que se venía sobre la ciudad.
Al margen de cobros excesivos e irracionales, se lanza informes, comentarios y suposiciones sobre una “pronta normalización del servicio” cuando saben bien las autoridades que la tal normalización será a muy largo plazo, especialmente porque no se ha informado que algo en serio y en volumen se esté siquiera proyectando: todo el mundo comenta, expresa su parecer, lamenta los cortes, se expresa experiencias de otros países y se hace suposiciones sobre una “inminente regularización del servicio” que está muy lejos de ser efectivo.
Si el gobierno no adopta medidas rápidas, no busca saber de otras experiencias -aunque ninguna tan grave en el continente- y no considera la posibilidad de recibir asesoramiento de organismos internacionales que cuentan con experiencias, ni evita gastos dispendiosos e innecesarios y no adopta políticas de austeridad, el problema del agua se agudizará, de tal modo que ni en tres o cinco años se podrá solucionar tan grave problema.
Similares problemas sufren -aunque no de tanta magnitud- ciudades como Cochabamba, Oruro, Tarija, Sucre y, en forma grave, Potosí. Habrá que adoptar medidas para una solución integral que permita soluciones al más corto plazo y no solamente esperar “las épocas de lluvia”, ya que así llueva persistentemente durante semanas, esas aguas no remediarán la sequedad que existe en represas. El caso tiene que ser visto con mucha responsabilidad y sin improvisaciones que causan más daño.
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