Año tras año, muchos padres de familia sufren discriminación por el hecho de que para inscribir a sus hijos en escuelas o colegios deben someterse a interrogatorios y condiciones que en el fondo significan discriminación porque, conforme “méritos especiales que muestren los padres de familia, es posible el ingreso de sus hijos al centro educativo”. Este hecho es atentatorio contra derechos consagrados en pro de todos los niños y jóvenes sin discriminación alguna.
La discriminación es contraria a todo principio de respeto, amor y consideración por los derechos humanos, porque nadie, sea por su sexo, color de piel, posición económica o social, creencia religiosa o pertenencia a cualquier institución, puede ser víctima de discriminación. La educación, sea pública o particular, tiene los mismos objetivos: la formación integral de niños y jóvenes, pero una formación no solamente en las materias fijadas expresamente en los programas sino a una formación moral, una práctica de virtudes que, con el tiempo, se hagan valores y principios a ser aplicados en la vida, y de esa formación están encargados en primera instancia los padres de familia y, luego, los maestros de cada establecimiento sin hacer distinción alguna entre sus alumnos.
Muchas veces se presentan casos de padres de familia que sufren la acción personal y permanente de alumnos que discriminan y dañan psicológicamente a niños o jóvenes que no son de su agrado o porque no piensan ni sienten como ellos; estas conductas dan paso a la formación de “pandillas” que se encargan de herir psicológicamente y en casos hasta causar daños físicos a niños y jóvenes que tienen derecho a ocupar las aulas y recibir la educación pertinente; pero, lamentablemente, muchos directores y profesores no toman ninguna medida contra quienes discriminan y lastiman a víctimas cuyo “error” es buscar los beneficios de la educación en las mismas condiciones de sus compañeros.
El problema es grave y son las autoridades las que deben iniciar programas en las normales que forman a maestros para que, sobre toda la preparación que reciban, lo hagan en virtudes y valores que consideren a niños y jóvenes en igualdad de condiciones y derechos, sin discriminaciones de ninguna clase. Que la formación de maestros sea completa, en sentido de no prepararse solamente para la enseñanza de materias sino para la defensa de los derechos de los educandos.
Es urgente que el Ministerio de Educación tome medidas en contra de quienes discriminan para las inscripciones, no respetan la condición humana ni derechos de padres de familia y menos de los niños y jóvenes que demandan cumplimiento de derechos imprescindibles, irrenunciables e inviolables de recibir una educación integral digna, respetable y completa por parte de profesores y, además, tener trato educado, cordial y honesto de todos sus compañeros; son pues, conductas que deben vigilar y hacer cumplir maestros y directores de establecimientos educativos.
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