La prensa hace luz en las tinieblas

Esa era la idea cardinal del primer editorial del periódico EL DIARIO, que inició sus ediciones el 5 de abril de 1904, y la que ha guiado la labor de este medio de comunicación en sus más de ciento diez años de existencia. El pensamiento liberal en lo político constituyó un elixir para el cansado y viejo sistema del conservadurismo decimonónico, pero el pensamiento liberal en lo relacionado con el periodismo, y cuya figura señera es José Carrasco Torrico, renovó el objetivo y el modo de hacer del oficio periodístico que habían prevalecido desde inicios del 800; el periodismo protervo del Siglo XIX fue un sostén fundamental del caudillismo militar en varios países de América Latina, cosa que todavía no se ha investigado a profundidad.

En 1904, pues, EL DIARIO inaugura un nuevo ideal periodístico bajo el principio de la búsqueda de la verdad, marcando un hito de proyección continental.

El debate, la mirada crítica, la interpelación y el cuestionamiento son tareas que un buen periodista debe saber llevar a cabo con perseverancia.

Tan fundamental es el periodismo para la consolidación del espíritu democrático de las naciones y pueblos civilizados, que sin su labor sería imposible la fiscalización de los asuntos de índole pública. Un periodismo independiente y serio, que deje de lado las rencillas y las injurias y que mantenga la mirada puesta en la razón y la justicia, un periodismo así, no solamente es importante, sino además es vital para el cuerpo endeble de los Estados en formación. “La agricultura, la minería, el comercio, las industrias, encontrarán fácil acceso en sus columnas, en interés general del gremio, sin inclinar la balanza a los monopolios”, decía ese primer editorial publicado en 1904; y es que los medios de comunicación -principalmente los escritos- deben apuntalar una economía plural, fuerte, vigorosa, para que posteriormente, con un criterio de justicia social, se distribuya las riquezas entre todos los ciudadanos de un país.

Sin olvidar la idea de ese primer editorial, los directores de EL DIARIO, entre los que se encontraba Franz Tamayo, lucharon a lo largo de los años por mantener el periódico en el pedestal de la entereza y la probidad periodísticas. Ningún periódico boliviano ha acogido a tantos periodistas y columnistas de pluma tan atildada, y desde ese entonces no se ha hecho periodismo más consecuente con el ideal de verdad. Históricamente, EL DIARIO ha sido tribuna de debates sobre asuntos nacionales tan importantes como fue el de la pedagogía nacional, con motivo de la misión belga Rouma traída por Ismael Montes a comienzos del Siglo XX, y en polémicas de trascendencia, como las de la hacienda y de las relaciones internacionales. Desde sus columnas se enfrentaron posturas y visiones, se combatió a la corrupción y a la iniquidad, pero al mismo tiempo se amalgamó una concepción moderna de hacer prensa. Hubo momentos de desazón y uno en que, por presiones políticas, el periódico tuvo que cerrarse, pero el vigor de sus periodistas permaneció incólume hasta la reapertura.

Sus columnistas siguen siendo de los más hábiles escritores y sus periodistas de los más experimentados.

El editorial que hoy traemos del recuerdo encaja a cabalidad en la desalentadora realidad social y política en la que los bolivianos vivimos hoy. Seamos capaces de preservar el firme trabajo de los periodistas y de mantener incorrupto el fruto que nos da la prensa.

El autor es jurista y escritor.