Resulta ser de enorme significación social que estén funcionando tribunales de conciliación en causas civiles. Esta es una manera de deponer enojos y conflictos sociales que, a veces por su gravedad, forzosamente llegan a los tribunales de justicia, con todas las consecuencias que ello implica.
De una parte, persistir en las diferencias menores hasta convertirlas en conflictos de magnitud, que hasta ahora, por los menos, tenían que ser dilucidados en los tribunales de justicia. Se sabe o se tiene experiencia de que los juicios no hacen otra cosa que ahondar las discrepancias familiares, vecinales y sociales en general, con los inevitables costos económicos y la dedicación que se les tiene que prestar, muchas veces por años.
A la postre, una de las partes resultaba ganadora y la otra perdidosa, con lo que se intensificaban las pugnas y los agravios, no solo personales sino familiares y, en ocasiones, peor todavía, de agudas derivaciones sociales.
En una demostración de civilidad y de evitar que entre los bolivianos existan enojos que involucran a la familia e incluso a grupos sociales, desde el 16 de febrero del año pasado se dio apertura a una nueva forma de resolver las diferencias o enojos que, a veces, se prolongaban a través de generaciones inclusive.
El nuevo procedimiento tuvo en un año resultados muy positivos. Un 31 por ciento de la carga judicial fue resuelto por la vía de la conciliación mutua, en materia civil. En términos numéricos, la cantidad de causas resueltas por esa vía fue de 6.453, de un total existente de 11.046. Se evitó de esta manera que ese volumen de juicios ordinarios tenga larga, costosa y extenuante duración.
Más importante aún, la conciliación implica deponer posiciones encontradas y restablecer las relaciones sociales y, en otros casos, hasta restablecer la armonía familiar o vecinal.
Estos son logros dignos del mayor aprecio, porque determinan que la vida social en el país tienda a ser más comprensiva y afectiva. Son logros que, en casos, pueden hasta ser reputados como milagrosos.
Con la experiencia adquirida en el último año es posible esperar que aquellos conflictos que persisten aún puedan ser resueltos en términos pacíficos, sin acrecentar los enojos y, mejor todavía, que no se pierda dinero en el pago de abogados y desaparezca el peregrinaje en los tribunales civiles, con pérdidas de tiempo y de seguir incurriendo en gastos menores que, cuando las causas se prolongan, llegan a dañar la economía familiar de las dos partes en pugna. Puede significar hasta un desvarío el incurrir en múltiples costos, sin tiempo previsible de que llegue su final.
La conciliación concertada en el 31% de las causas judiciales en curso debería inducir a seguir este camino en otros casos y demostrar con ello que es más fuerte generar una cultura de paz entre los bolivianos, en vez de estimular agravios y la carencia de sentimientos positivos en sus comportamientos públicos y privados.
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