El conjunto azulgrana, agazapado contra las cuerdas, tocó fondo en París al ser goleada 4-0, marcador que tendra que ser revertido en el Camp Nou.
Los signos que indicaban que el Barcelona no andaba fino irrumpieron ayer en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones contra el París Saint-Germain, que desarboló a los azulgranas (4-0) y les condenó a una remontada épica en el Camp Nou para poder jugar sus décimos cuartos de final consecutivos.
Agazapados en las cuerdas, los de Luis Enrique estaban a merced de los golpes del rival. El primero llegó de falta, una clara que le hizo Umtiti a Draxler en el borde del área y que Di María aprovechó a los 18 minutos con un Suárez que agachó la cabeza en la barrera cuando no debía.
Era el primer gol de falta que lograba el ‘Fideo’ en la máxima competición europea y el segundo consecutivo que le anotaba al Barcelona, a quien también marcó con la camiseta del Real Madrid en la final de la Copa del Rey de 2014, la última vez que se había medido a los azulgranas.
El dominio del equipo parisiense tenía su premio y el Barça se tambaleaba. Tiró de orgullo el equipo catalán, más de garra que de calidad para equilibrar el juego, para pisar el área de su rival y sacar sus primeros golpes. Suaves, mansos, casi amistosos en el día de los enamorados. Solo André Gomes dispuso de una clara oportunidad de igualar, pero el portugués no supo aprovechar un genial pase de Messi que le dejó frente a frente con Trapp, al que disparó al cuerpo. Fue un espejismo, un intento fatuo de armar el brazo ofensivo azulgrana que dejó descuidada la defensa, a disposición de los balazos locales.
Cuando faltaban 5 minutos para el descanso, Messi perdió un balón frente a Rabiot en la zona peligrosa y el parisiense, como una exhalación, acertó a servir a un Verratti, que vio solo a Draxler en la banda derecha. El alemán, que debutaba con el PSG en la Liga de Campeones, no tuvo piedad de su compatriota Ter Stegen.
No cambió el guión en la reanudación. O, si lo hizo, fue para empeorar aun más la versión del Barça.
En el minuto 55 volvió a golpear Di María, que se ensañó con los jugadores del Barcelona, sus rivales históricos de antaño, de cuando trotaba en el Real Madrid. El argentino recibió el balón a 20 metros de la portería, amagó el pase y se inventó una rosca que encontró una escuadra de Ter Stegen.
Ya nada parecía que podía ser peor para el Barça, pero faltaba el gol de Cavani, que no se pierde una cita con el tanto y no iba a hacerlo en una noche mágica en la que, además, festejaba sus 30 años.
El uruguayo marcó a su estilo, con potencia y velocidad, más astuto y ágil que Piqué, y se marchó corriendo a celebrarlo donde estaba su mujer. Era el día de los enamorados y la felicidad absoluta para los franceses, contraste con el corazón partido con el que se marcharon los azulgranas.
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