Desde hace diez años, el gobierno actual ha estado predicando machaconamente acerca de su proyecto de “seguridad y soberanía alimentaria”, pero, lamentablemente, tan interesante objetivo no se ha cumplido en absoluto y hasta se podría decir que ha fracasado. Ese resultado se ha producido, además, pese a las buenas intenciones de las autoridades, dictado de decenas de decretos, realización de caudalosas “cumbres”, anuncio de grandes planes e innumerables ofrecimientos.
Sin embargo, pese a las sonoras proclamas, el resultado de ese proyecto ha terminado en un inmenso cero e inclusive tiende a agravarse por factores climáticos, como la sequía (que se sigue agudizando), plagas de langostas, ratas y otras enfermedades, migración a las ciudades y el exterior…
En particular, el gobierno destinó en varias oportunidades ingentes cantidades de dólares para que los campos produzcan más alimentos, inventó planes de riego, aceleró el famoso “saneamiento de tierras”, recurrió a buscar ayudas financieras de gobiernos extranjeros. En ese sueño de alcanzar la “seguridad alimentaria” realizó una sonada “Cumbre” en Santa Cruz, la misma que aseguró que había aprobado decenas de iniciativas que serían aprobadas por el gobierno y, sin lugar a dudas, tendrían brillantes resultados. Sin embargo, los ofrecimientos cayeron en saco roto.
Como resultado inevitable de esas frustraciones se produjo la caída de la producción de los principales productos alimenticios y el gobierno se vio obligado a hacer grandes importaciones de tal manera de evitar, en esa forma, el alza de precios para los consumidores y, en particular, dar la falsa impresión de que el campo estaba produciendo “mejor que nunca”. Esa política de “dorar la píldora” empezó hacia el año 2007, cuando los campos empezaron a reducir sus envíos de alimentos a los mercados de consumo de las ciudades.
En efecto, desde entonces, el gobierno empezó a subir las importaciones y no dejó de hacerlo desde entonces al presente, al extremo que, según la Fundación Jubileo, en los diez últimos años de gobierno del MAS el Estado compró alimentos por 5.317 millones de dólares para importar productos de países vecinos y otros continentes.
La información adquiere carácter alarmante, pues se confirma que el Estado boliviano estuvo importando alimentos a razón de 500 millones de dólares al año, y que el pueblo boliviano al mismo tiempo estuvo siendo abastecido por sumas similares por el contrabando e importaciones privadas, Hay que agregar dichas importaciones fueron creciendo a medida que pasó el tiempo. Efectivamente, el año 2015 el Estado importó casi 610 millones de dólares, mientras el año pasado importó 622 millones de dólares (con tendencia a subir).
El panorama de la alimentación del pueblo boliviano es verdaderamente dramático. Es más, existe el peligro de que se agoten las reservas del Banco Central (a las que se recurre en forma sistemática) y, en cierto momento, no exista, por una parte, dinero para hacer importaciones y, por otro, nuestros campos no se puedan abastecer ni a sí mismos.
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