Retomando la trama que nos presenta Mario Requena en su libro “Y tú ¿por quién combates?”, en La Paz, un 2 de enero de 1933, a las 11 de la noche, el presidente Daniel Salamanca, que había logrado que el famoso general alemán Hans Kundt retornara a Bolivia, a la cual éste consideraba su segunda patria, sostenía una reunión, en la que también participaba el ministro de Guerra, Joaquín Espada. Debatían la estrategia que el famoso guerrero exponía a éstos en torno a la Guerra del Chaco.
El presidente Salamanca, visiblemente preocupado, le dice a Kundt: “Su estrategia me parece muy arriesgada y de ninguna manera creo que hemos tomado la iniciativa contra los paraguayos para derrotarlos”.
“El objetivo, señor Presidente, es crear un ataque concéntrico, haciendo que el Primer Cuerpo del Ejército limpie el camino hacia el norte, tomando primero los fortines Duarte y Nanawa, que están al este de nuestros fortines Saavedra y Muñoz -respondió el germano en torno pausado de un maestro de escuela primaria”.
El presidente comenta la parte complementaria del plan y al mismo tiempo expresa sus dudas: “Conozco bien el plan, general, sin embargo, no estoy completamente seguro de que vaya a funcionar”.
Pero Kundt se reafirma, “pero debiera estarlo. Mi experiencia en el frente ruso me hace sentir seguro de lo que afirmo. Una vez conquistados estos fortines, nuestra posición para negociar un armisticio será favorable y demostraremos a los paraguayos que no son los vencedores de esta guerra”.
PERO, siempre hay peros en la vida. Otros factores, como serias deficiencias en la cúspide militar nacional, a los cuales Kundt calificaba de escoria que hay en el Alto Mando del Ejército boliviano y los problemas en las fuentes de reabastecimiento de armas, municiones y provisión de alimentos y agua atentarían contra un esquema de ataque que no daría los resultados que se esperaba.
A tiempo de concluir la reunión, Salamanca expresó su convicción personal: “Nuestro país tiene una historia de fracasos y pérdidas territoriales que han dañado el futuro y la autoestima del pueblo boliviano. ¡Perdimos el acceso al mar con Chile! ¡Perdimos el Acre con Brasil! ¡Pero juro que no perderemos el Chaco! ¡Tengo la responsabilidad ante mi pueblo que no perderemos el Chaco! ¡Si llegamos al río Paraguay, tendremos una salida soberana hacia el océano Atlántico y no dependeremos de Chile ni Perú para exportar nuestros productos!”. Claramente era una visión geopolítica certera que, lamentablemente, no llegó a cumplirse.
En un ámbito más prosaico, el coronel Salenechea, considerado héroe de Boquerón, se encontraba visitando La Paz y para contactar a algunos camaradas se dirigió al Círculo Militar. El ambiente que encontró al entrar al Círculo no reflejaba un país en guerra. El humo de cigarrillos impregnaba la atmósfera. Las risotadas de los grupos de civiles y militares reunidos cerca de la barra retumbaban en el lugar, en las mesas abundaban las bebidas de toda clase. Todos parecían embriagados. Uno de ellos con las barras de Mayor en sus hombreras dijo:
- Capitán Salenechea, ¡Uno de los pocos que rompió el cerco de Boquerón! ¡Brindemos por un valiente! ¡Salud, mi capitán y seco!
En otra mesa encontró a alguien a quien buscaba: el teniente Páez conversando con un civil, éste era un argentino llamado Néstor Bruno, que trabajaba como agregado cultural de la embajada de su país. Éste trató de sacar información a Salenechea, sobre la reunión con Kundt, pero ante unas frases cortantes de éste, cambió de tema.
Claramente la embajada argentina en los ámbitos informales de los grupos militares se movía para obtener información reservada, así se mueven los hilos de la diplomacia, en torno a los ambientes desprevenidos.
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