El partido de gobierno, MAS, persiste en sus exigencia de que las 12 mil hectáreas fijadas “para usos tradicionales” por la Ley 1008 en contra de la producción y tráfico de cocaína, se eleve a la cantidad de 20 mil hectáreas, alegando que “aumentó el consumo tradicional”; hecho que desde 1988, cuando se dictó la ley, hasta el año 2016 -28 años- ha disminuido radicalmente el consumo de hojas de coca para “usos tradicionales”, empezando por el hecho de que los jóvenes campesinos, una vez hecho su servicio militar y estancados en ciudades, no quieren saber más de masticar coca; en segundo lugar, porque el narcotráfico ha encontrado formas y medios para que los cultivos se acrecienten en diferentes sitios del país y ya no en los tradicionales del Chapare y los Yungas.
Alegar que aumentó el consumo tradicional no se ajusta a la verdad; que hayan subido los sitios en que se vende la coca en forma legal, es evidente, simplemente porque se ha diversificado la venta del producto y no porque haya aumentado la necesidad de él; por otra parte, es un hecho que agentes del narcotráfico se encargan de adquirir coca de los vendedores para consumo tradicional y así consiguen que “falte el producto y se exija su incremento a 20 mil hectáreas” porque están conscientes de que ese incremento los beneficiará a ellos para producir más droga.
Estudios realizados -sin saberse sobre qué bases- por la Comunidad Europea señalan que “podría elevarse a 14 mil hectáreas lo legal”; pero, ¿con base en qué? ¿Cuáles serían las razones para tal incremento desproporcionado con la realidad? Lo grave es la ingenuidad de instituciones internacionales que, convencidas por muchas personas interesadas, creen en datos que no tienen ninguna certeza y lo más sensible es que creen que “ha disminuido el consumo de droga”, cuando comprueban la presencia de más adictos, víctimas del letal veneno. Esas organizaciones, en congresos, seminarios, conferencias, etc., muestran disposición para luchar contra las drogas y poco o nada hacen en sus países para combatirlas y permiten su proliferación no tomando las medidas de prevención e interdicción que deberían.
Las drogas no solo causan víctimas sino que su consumo implica contraer otro tipo de enfermedades, porque el drogadicto, una vez carente de sus facultades de raciocinio, consume lo que sea, ingresa en campos donde el hedonismo le muestra y da todo tipo de productos y toma contactos con quienes están enfermos de sífilis, sida, enfermedades venéreas y otros males infecto contagiosos; en otras palabras, cada adicto es propalador de muchos males que adolece la humanidad.
El gobierno tendría que dar razón a la verdad: el consumo de coca ha disminuido mucho en 28 años; lo que correspondería es bajar el monto permisible por la Ley 1008 en lugar de aprobar un incremento que hará mucho daño al país.
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